De tanto atarse
a la vida,
se rompió
la vasija, el candor.
Rígida su mano,
no recordaba
como acariciar
la suave piel,…
inminente albor.
Faro apagado,
hielo perdido
en la penumbra
del búho avisado;
no vio jamás,
ni mucho menos,
la sencillez
y la ilusión
Tanto atarse
a la vida, y
¡se rompió!
La vida misma
quebró.
Anudado al año
del hombre
acon-pasado.
Enamorado
del sueño avieso.
Cierto en la incerteza,
incierta la maleza,
remontado el río
que nos lleva
hasta la locura.
Sintiendo morir
la tímida llama
en su ‘cordura’,
abjuró de si mismo,
abjuró de si mismo,
se dio sepultura y
¡nació!
Juan Sánchez – 22-11-2011
No sirve forzar nunca una atadura...siempre se rompen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Neo:
ResponderEliminarCuanta razón llevas, mejor dejar que fluya el aire cristalino entre las partes anudadas por esa casualidad llamada vida... abrazos.