Naufragio 5 - Frascesc C. |
Juan Sánchez.
“Lo bueno de cabalgar a lomos de ese acomodaticio corcel llamado escepticismo, es la sensación de libertad que proporciona una absoluta carencia de ataduras y ‘compromisos’ para con el resto de la humanidad. Lo malo, naturalmente, el sentir perenne de una in-merecida soledad. Aún así, esa liberadora sensación de desconexión con el burdo vecindario del planeta, argumenta una filosofía de etérea singladura cotidiana, que facilita mucho la épica labor de supremacía y el necesario desencuentro con la cuasi prescindible especie humana”…
El argumento que precede este párrafo, bien podría constituir el ‘padrenuestro’ de aquellos que pasan por este mundo como de puntillas. Con la repugnancia heredada del vetusto abolengo, o figurada genética de semidioses; siempre en la creencia de flotar por encima del resto de los repulsivos mortales. Con la enfermiza fijeza de esa contaminación personal que les supondría rozar su mente con aquellas otras entendederas plebeyas y subversivas del pueblo perecedero. No digamos ya, la impensable posibilidad de confraternizar con la sencillez y la naturalidad. Un reto este, que jamás pasó por la intención de esos ‘señores supremos’ (Perdón por lo de señores, y lo de supremos), que viven en su particular séptimo cielo sin necesidad de bajar al pringoso y mugriento mundo real...
El mundo actual, lejos de haber remontado ese lastre llamado materialismo, sigue más que nunca siendo esclavo del egoísmo. Ese sabio refrán que ha pasado a ser buque insignia de nuestra civilización occidental: ‘tanto tienes tanto vales’, se encuentra reflejado en cada decisión que se toma desde la esfera del poder, desde la política en general y desde el día a día del más común de los gañanes. Añoro aquellos años en que éramos los guerrilleros de una ideología ahora obsoleta, cuando los ideales movían montañas inexpugnables, y nos sentíamos capaces de entregar la vida por una causa justa. Un tiempo de verdades absolutas, sin el relativismo embarrado por esa pestilencia llamada dinero. Hoy todo gira en su derredor, y eso lo saben perfectamente aquellos que gobiernan desde la sombra de su propia cobardía, o su incapacidad para arbolar pendones de impoluta libertad, justicia social o, simplemente, equilibro y reparto de la riqueza planetaria. Como diría Antonio Machado: ‘Todo necio confunde valor y precio’
Y esta subyugante ‘lección’ de dominación de masas, la tienen muy bien aprehendida aquellos que se sientan en las alturas más rastreras del planeta. Aquellos que mencionábamos al principio, orgullosamente amparados por su poder económico y, aunque sumidos en el noveno círculo de la infernal e incorregible egolatría, se reconocen a si mismos la influencia suficiente para macerar la masa ‘plebeya’ en esa salsa llamada envidia, persecución de objetivos estandarizados y su consiguiente vanidad. Mercadería de atractivos y garantizados resultados personales, siempre y cuando estemos dispuestos a la adoración del becerro de oro. Las consecuencias: perdida de integridad personal, gregarismo, sumisión y dependencia del mundo material y su corrupción intrínseca. Una cadena de oro que nos mantiene ‘controlados’ en la medida de nuestro reenganche en ese invento llamado sistema capitalista. Algo así como una civilización piramidal, de consecuencias programadas por aquellos que ostentan los primeros puestos de la ‘organización’, donde nunca se sube en el escalafón del éxito sin haber abjurado previamente de nuestra cualidad de seres humanos.
Presentación, nudo y desenlace de un mundo que hace aguas planetarias, sin querer reconocer que vamos por el camino de la voracidad sin freno y el autoengaño. Un mundo, una sociedad decadente y corrompida hasta los tuétanos, que se resiste a girar en la próxima encrucijada llamada cordura, solidaridad y redistribución de las posibilidades de supervivencia, actualmente monopolizadas por esa engañosa filosofía del brillo dorado y su insostenible despilfarro de vidas humanas. En este duro momento nos declaramos ‘anudados’ por el sistema, sin tener nada claro cual será el siguiente paso, si es que hay posibilidad de darlo. Una cavilación que ni siquiera los ‘ideólogos’ de propio sistema -economistas- son capaces de resolver. Su abominable avaricia se lo impide.
Albergo sustanciosas dudas en cuanto a un feliz desenlace. Tal y como está el patio, no creo posible una salida airosa y racional para la especie. La información que ahoga la cotidianeidad nos deja ‘rutilantemente’ claro que no vamos a reconvenir nuestra derrota. Que seremos tan zopencos de condenar este mundo al holocausto. Que el irresistible brillo de la pirámide dorada no nos deja ver ese grandioso mundo llamado humanidad. Perdidos en el canibalismo de nuestro devenir, quemamos las escasas naves de retorno y somos incapaces de evolucionar. Estancados en este desastre de realidad irrealizable, obcecados, habremos de sucumbir mientras aquellos otros verán volatilizarse su gran ‘inversión’ llamada especie humana. No hay más cáscaras. Ni el coraje necesario para reflotar este pecio llamado libertad. O talvez sí… Saludos para casi tod@s.
“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”. (Julio Cortazar)
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Muchas gracias. JSP 3.0