Nunca he entendido qué motiva a ciertos homínidos a pasar la
vida entera acumulando riquezas. Posesiones y más posesiones materiales, que
nunca serán suyas, muy al contrario, serán ellos los esclavos del patrimonio.
Esa heredad del mismo averno entreverada en la carne cual gusano que devora la
escasa humanidad con que nacieron. Será quizá algún extraño caso de
sicopatología, o talvez un brote infeccioso susceptible de ser contagiado vía
genética o por contacto venéreo, hacia aquellos otros elementos que suelen
frecuentarlos en ese viaje hacia ninguna parte, excepto, claro está, hasta el
vacío absoluto y la desconfianza más alarmante y, por consiguiente, nula
empatía hacia sus semejantes...

Secretos, secretos y más secretos. Pero no hay secretos:
¡todos son el mismo! ¡La pasta! Es tan evidente, lector, que igual estarás
pensando… Este tío escribe esto que escribe por pura envidia hacia esos ricos y
poderosos… ¿seguro?, además, ¿están ellos seguros de tener el control absoluto?
¿Están seguros de la solidez de su riqueza? Modestamente, creo que para nada, o
no tendrían esa incertidumbre, esa zozobra, ese miedo a perderlo. Si algo hay de
cierto e ineludible en este juego del vivir, es la infalibilidad de la muerte...
Me hizo una dolorosa gracia oír de boca de un multimillonario esta confesión: “Era tan pobre, tan pobre, que
solo tenía dinero”, ¿verdad, Juan? No supe qué contestar, él se lo
decía todo. Lo malo era que había llegado a esa conclusión escasos días antes
de su cita puntual con la oscura dama de la guadaña. Pero sus palabras no
terminaban de convencerlo ni convencerme, no se veía asumiendo la
responsabilidad de haber tirado su vida, y la de los suyos, al pozo de basura
del vil metal. Quizá, al final, tuvo una revelación, quizá por un instante
comprendió el único misterio de la vida, entendió que estamos en este mundo
para luchar contra nosotros mismos y derrotarnos, y desdecirnos, y renegar de
nuestros pecados de cobardía y egoísmo. Me dio una pena inmensa aquel rico
acabado, arruinado por su avaricia, ¡derrotado por el éxito! Había en sus
palabras un halo de verdad pasajera, una mota de arrepentimiento que solo duró
lo que tardó en ‘quedar bien’ conmigo y consigo mismo y desdecirse de su
‘extremaunción’. Otra vida perdida por el camino fácil, pensé, otra víctima de
sí misma. Como algún sabio dijera: “Quien
cambia felicidad por dinero, no podrá cambiar dinero por felicidad”.
Es el peaje que algunos han de cotizar por una vida de
mentira contra sí mismos. Es el sobresaliente atractivo del ego. Ese virus de
petulancia y exhibicionismo social: "La vanidad es sin duda mi pecado preferido"
(Lucifer). Cinismo de arriba hacia abajo, y
total disponibilidad de los esclavos para alimentar el monstruo interno del
poderoso. Es pensar que el pueblo ha de estar siempre sumiso y ‘ofrecío’, por
si sus mayestáticas e ilustrísimas señorías tienen a bien hacernos el inmenso e
impagable favor de jodernos la existencia. Es una movilización interior que muy
pocos son capaces de entender y aceptar. Y muchos menos llegan a la victoria
final, resignando su vida a la mera condición de utillaje prisionero. Todos somos
prisioneros en esta con-tienda universal. Rehenes de la astucia y el
desapego del ego que controla cada mente humana. Es el terror hacia nuestros
miedos. Es la cierta soledad que se siente en la trinchera incierta la noche
previa al valor. Es la agria sensación del abandono y la pérdida. La deserción
de los ‘cercanos’. Una luna ensangrentada por la cobardía o la traición, o
ambas.
Lejos del amilanamiento, lejos de la derrota previa a la
batalla, lejos de la rabia hacia la retaguardia, aquí seguimos los pocos, los
menos malos, los que vamos de frente, los ‘locos
arriesgados’. Su espantada por la senda del humo solo acidifica por un
instante esa luciérnaga ‘siempreviva’,
y suma más argumentos para la victoria final. Ahora, junto al dolor de los
muchos, junto a las dudas vencidas sobre lo legítimo de esta campaña, sobre la
recompensa del corazón entregado a tanto enmascarado entre la masa sin forma,
ahora añadiremos una nueva ‘misión
imposible’. Es la voluntad de mantener viva la amistad, esa sinceridad
perenne hacia los nuestros, aún desertores, incluso traidores, ¡son los camaradas! Lucharemos por todos, por ellos
¡también! Lucharemos para que nunca jamás vuelvan a retroceder por dentro, para
redimir su imperdonable pero comprensible duda. Por los impresentes e
impresentables de alma débil, de cuerpo frágil, como todo ser viviente. De
limpia voz, lucharemos y ¡venceremos!; ahora también y sobre todo ¡por ell@s!...
La libertad es no poseer absoluta-mente nada, salvo a ti
mism@. Las posesiones acaban poseyendo al hombre. La duda desquicia intramuros
al humano. La duda es siempre la misma: ¿Pactar o no pactar con el diablo áureo?...
Cual profetizase aquel ‘modesto carpintero’: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de
lobos... Por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las
palomas”. Punto.
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"Lobos con piel de cordero: son con diferencia los más sanguinarios" |
"Fito & Fitipaldis" 'Feo'
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