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"Danza de las Golondrinas" - Pintura Japonesa |
Juan
Sánchez.
Solo una
campanada. Alguien da la ‘una’ en el reloj de la ermita del
mar. Una y uno, en compañía de un gorrión adolescente. Proyecto de libertad. Ya
sabéis que los gorriones no se deben enjaular porque mueren de tristeza, mueren
por falta de aire y de un mundo sin acotar. Aborreces la jaula de oro si eres
un gorrión cualquiera. Y dan la una junto al mar. Un gorrioncillo aletea aprendiendo
a navegar. Quiero ser gorrión y soñar, y volar muy lejos, sin más. Dan la una
en la mar y ‘uno’ no sabe qué pensar...

Ratón me saca a
pasear. Ratón es un buen perro lazarillo de hombres deslumbrados por la
inminente ceguera. Invidente evidente, de ojos huidos por exceso de realidad.
Ratón me saca junto a golondrinas que arribaron ya. Entre husmeos, más ‘meos’ que nada, ratón deja su sello por las
esquinas, un clásico. Cosas perrunas, que también tienen su pundonor, y
bastante mala leche para joder a quienes mearon antes. Una golondrina
parlanchina se columpia sobre un hilo de teléfono. Y nos da un pedazo charla
con muy malos trinos (No entiendo el ‘golondrino’, pero se nota el cabreo). Deja
claro que no demos un paso más o tomará las de Villadiego. Que se echa al monte
y nos deja con dos palmos de narices. Más a Ratón que a servidor. Una
golondrina con carácter, como casi todas. Lo que me recuerda la pifia del
poeta. Las golondrinas no son oscuras. Al menos vistas desde abajo. El poeta sería
de esos que miran desde lo alto. Por eso las pintó de frac. Cosas de la lírica
y sus esquivos versos. Ya me vuelve Ratón al encierro. Y me niego, pero hay que
ser sumiso con la superioridad, sea perruna o no. No lo ladra, lo piensa,
seguro, puro carácter de ratón bandolero.
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'Ratón', filósofo e ideólogo perruno: 'Piensa, luego existe' Que come pienso, vamos. Pincha para ver la tribulaciones positivas de Ratón |
Golondrinas y
gorriones y no coinciden en gustos. En todo caso, ellas son más tiquismiquis
con su régimen de bichos bajos en calorías. Cosa que a los gorriones se la trae
al fresco. Puros buscavidas, dan gaznate a cuanto alcanza ese insaciable
piquito de tragón. Buitrecillos que todo lo muelen, mascan y muerden sin
dientes, hasta reventar figuradamente, o en literalidad. Cosa que me recuerda
el evidente defecto de diseño de estos diminutos saltimbanquis: servidor cree,
tras muchas horas de observación gorrionil, que, ya que andan a saltos, con una
sola pata central, algo más gorda eso si, iban más que sobraos. Quizá sean una excepción
generosa y derrochona que se revela contra la aborrecible austeridad evolutiva,
y se tiran el ‘pingüi’ con la pata sobrante. En fin, lo mismo piensa el FMI
(Fondo Miserable Internacional) de nosotros. Igual con un solo cojón español tenemos
bastante. Pero igual nos está sobrando. Un güevo de lujo por no plantarlo ante
la masacre social que estamos padeciendo. Pero esa es otra historia que nada
tiene que ver con golondrinas ni gorriones. O todo lo contrario…
Donde pone
gorrión, igual se podría leer currante. Donde pone golondrina, cabría una gran
parte de esta nación embocada, abocada, abocardada, tiranizada y en la
oscuridad de su propia miseria. Reconocer esta realidad igual supone que se nos
desmonte el chiringuito del bienestar pasado. Igual poniendo los pies, -uno
solo si eres gorrión o golondrino currito-, sobre el barrizal que nos plaga sin
amonestación previa, igual nos crecería el otro cojón extirpado por gilipollas
euro-sacrificables. Y ellos, los que deciden cuantos ‘güevos’ les vamos echar
a los cerdos, seguirán pensando que con una pata en la tumba, o con un ratón lazarillo
represor (Bruselas, Merkel y demás ratas, en su caso), nos tienen euro-controlados
y vamos más que sobrados para ser unos hambrientos, harapientos y piojosos
segundones, o pánfilos gorrioncillos del ‘charco mediterráneo’.
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'Cosas' de Gorriones |
Ahora, eso si, ¿y lo que nos gusta
una greña verdulera? Ahí nos puede la Maruja que llevamos dentro. Recuerdo siendo
crío, durante el recreo de laicidad imposible, sí, yo también sufrí capones en
el nombre del ‘pater’, cuando se liaba parda, resonaban unas palabras que nos
incitaban cual gorriones posesos: ¡pelea, pelea! La ‘marimorena’ nos
atraía cual queso añejo a ratones novicios, deseando ver piños y piñones
voladores, ojos y güevos escalfados, narices y labios reventados, tras tremenda
piña en algún morro. Y llegaba el prefecto antidisturbios consagrando hostias
en el pescuezo de gladiadores de pata corta cual batallón de ‘grises’
encarnizados con la clase obrera. Y allí se acababa todo. Los saltamontes del ‘kun-fú’ improvisado según las leches
adversas, eran ‘clavados’ a sendas columnas del corralito de gallitos de pelea,
hasta que hicieran examen de conciencia, propósito de enmienda, y etc… reformateando críos a base de hostias
u ¡hostias!, según la urgencia.
Cómo echo de menos aquel fervor neonato
de contiendas pírricas o ‘pirriácas’, y la rebelión silenciosa contra las
sotanas, los grises y las hostias uniformadas. Cuna de revolucionarios, aquel
inicio forjó carácter, ideales y una herida latente que se reactiva cada vez
que sufrimos un capón satánico, y nos revela contra la tiranía y la fatua desvergüenza
de quienes utilizan la inocencia del pueblo para doblegarlo a base de euro-hostias
desde la archicofradía de la ‘pasta sacrosanta’. Punto.
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