jueves, 3 de marzo de 2011

La sepia, el lenguado y el pulpo – Parte II

"Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos"
(Viene de...)
-LA SEPIA-
…Y sigo mi derrota hasta ese cercano puerto de mar. O, talvez, no tan cercano… La gente suele decir que lo importante no es el destino final, lo primordial es el camino hasta la meta. ¿Realmente creen eso, cuando se dice, cuando se piensa, cuando se trata de hacer verdad un pensamiento que nadie cree que sea tan cierto, pero que todos dan por hecho que contradecirlo es un sacrilegio? No sé, habría tanto que elucubrar sobre ello. Pero pongamos que es cierto, que los pasos al andar son lo que hay que saborear, disfrutar o sufrir según se den las cartas en esta partida de necios…
Mis pasos me encaminaban hasta ese muelle plagado de veleros que nunca habrán de navegar. Promesas de libertad, vetadas a un tipo absurdo, e incoherente, como yo. Velas que se despliegan para surcar sendas en la mar de los desiertos, en los piélagos de la insana prisa por llegar a la oscuridad social. Y los pasos se van borrando a la velocidad de unos remordimientos con fecha de caducidad. Antes pensaba que las certezas perduran más allá del pensador, dudo que sea así, los hombres se empeñan, nos empeñamos en arrancarnos las orejas a la voz de las experiencias ajenas. Pensar no tiene sentido salvo la compañía que produce y se reproduce en nuestra soledad. Y ni tan siquiera eso puede consolarnos de los silencios que nos habitan. Pero los pasos siguen impertérritos y se mofan del pensador. Lejos de la testa que no mira donde pisa, ni quiere ver más allá de sus propios devaneos con el ego que todo lo dicta. Dictador del rumbo interno. Déspota de las decisiones que nunca tomamos, capitán y tripulación de esos veleros que nunca se harán al mar.
Miro de pasada, apesadumbrado por una cierta solidaridad que me hace esclavo, rehén de mis convenios y no me deja naufragar en la corrosión de mis asuntos por reventar. Miro esos locales cerrados o con letreros en los escaparates. Letreros de saldo, remate final, liquidación por derribo de la esperaza de sus dueños. Rabia, qué si no habría  de sentir al mirarlos. Rabia, impotencia gris cuajada del arrojo mutilado por mis propios pasos hasta ese presunto mar. Dudo, no hay mis cáscaras que dudar del camino. ¿O es que acaso somos acerados vientos del norte? Violentos, viscerales, iracundos céfiros helados, insensibles a la cotidianeidad. ¡Qué carajo! Esta gente que llora en sus escaparates, merece algo más que el fracaso. Merecen un pan tierno cada mañana, un sol y el calor de los sueños materializados. Mi rabia aumenta hasta que dejo de encolar oraciones entre las grietas del muro de las lamentaciones, propias y ajenas. Al final lo mismo son. Todo es uno, uno es realidad. Sinsentido en los pasos del egoísta, sin saber soñar desde esa realidad de hormigón armado y dispuesto a disparar. Ahora voy y se lo explico a esos in-navegantes del teatro para alardear de saber nadar, y la ropa bien guardada por un cocodrilo de trapo verde que nos quiere destripar. Yo se lo explico, ¿lo entenderán? Permitidme que mucho lo dude, y mucho aún he de dudar.
Dejar atrás aquellos barcos naufragados por contralisios que no quisieron soñar. Mis pasos me dominan, me arrastran hacia el ‘más allá’. Una paloma me sigue desde delante. Me indica el camino por caminar. Mira de reojo, no la vaya a pisotear.  No se fía de mis botas sin lustrar, de mis pasos patizambos por el sendero que lleva al oscuro, pegajoso y correcto balcón de sal. Colombina de mis sueños, desvelos me dejaste al respirar. Quien conoce de tus besos, sabe del buen yantar. Carne que bebe en la carne, alma que quiere dejarse condenar. Al fin la estrella. Se despereza, se deja observar bajo su falda yerta, sin rechistar. Un rayo azul de oropel timbrado, de frío violado tras la saeta que amanece erizando mis sueños. Dice de no perder nunca más el rumbo, de ver entre la niebla un sendero por inventar. Y yo la creo, ¿qué remedio me deja? “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Un amanecer es una oportunidad de existir sin dudar. Neonatos del alba trémula. Rehacer la partida perdida con nuevas velas por alumbrar. Nuevo velamen por desplegar ardiendo con mil palomas, mil y una llamas, mil y una cana para re-soñar… Mis pasos me siguen cuando echo a andar. O, eso creo... 
                                                     Juan Sánchez - 3-3-2011

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