miércoles, 11 de marzo de 2009

El Tío la vara



“El tío la vara”

Mientras una inmensa mayoría de españoles se devanan los sesos, sobre la manera de llegar a fin de mes. Mientras una creciente cantidad de inmigrantes estudian, por activa y por pasiva, la posibilidad de retornar a sus países de origen, con la cabeza gacha y los jirones del sueño europeo entre sus manos agrietadas por las labores más ingratas. Mientras los padres de familia se dan topazos contra el muro de sus responsabilidades hipotecarias, y observan cabizbajos como sus retoños pasan penurias y calamidades como purga por los excesos de la banca mundial. Mientras todo eso acontece, nuestros políticos, nuestras autoridades, nuestros responsables sociales no cejan en su empeño de hacerle la vida más fácil y llevadera a sus, ahora y siempre, compinches banqueros. Ellos sabrán, lo cierto es que a nadie le entra ya en la cabeza, su ‘genial idea’ de reactivar la economía mediante ayudas a los, siempre a flote y viento en popa, poderosos usureros. Esa es su panacea para paliar la hecatombe del sistema financiero mundial, arroparlos y mimarlos con pañitos calientes y masajes en la entrepierna, siempre, claro está, que sean los currantes, los contribuyentes más modestos de cada país quiénes paguen el pato. ¿Cuá patito?, ¿cómo qué cuá?, ¡tú mismo! Currito.

Entre tanto, en la calle, en la vida diaria, en nuestras relaciones personales, laborales o vecinales se está enquistando una actitud de depresión y crispación absoluta. Primero nos metieron el miedo en el cuerpo con aquello de la incompresible e impredecible crisis, y todo el mundo se ciscó de miedo, y cada cual puso, a su manera, pies en polvorosa. Todos estuvimos prestos a salvar la parte de nuestra anatomía donde la espalda pierde su nombre. Unos pudieron y otros no supieron llegar a tiempo – Siempre hay gente mejor informada, aunque dicha información se haya logrado de forma, digamos, no demasiado correcta-. Pero de todos modos, perdimos demasiado, perdimos nuestra ilusión y nuestra alegría, nuestras esperanzas de futuro y todos los planes, que tanto esfuerzo y tantos años pusimos en soñarlos.

Estamos pagando la penitencia por los pecados de nuestros gobernantes, y sus mega-coleguis los señoriiiitos del parné. La crispación se ha apoderado de las calles, se hace, día a día, más fuerte, más poderosa, más evidente y peligrosa. Solo tenéis que daros una distraída vueltecilla por cualquier rua de una población española al azar. La gente se mira con desconfianza, con recelo, con resquemor, con malquerencia, con mal rollo en definitiva. Como si ese transeúnte que cruza el paso de peatones, y que no conoces de nada, fuera el responsable último de tus males. A eso se le llama, en lenguaje de la psiquiatría, Paranoia. Así están los centros de salud mental, petados de pobres infelices purgando los pañitos calientes que nuestros gobernantes regalan, ardorosamente, a los miserables banqueros.

Hablaba, la otra tarde, con un buen amigo sobre esto mismo, sobre el mal ambiente dominante en nuestra población, y me contaba una anécdota en la que se sorprendió a sí mismo, como una víctima más de dicha crispación. Él no es persona demasiado dada a la pendencia, la riña o la gresca, sino todo lo contrario, es más bien moderado y conciliador por naturaleza:

-Estaba parado en un semáforo del Puerto, enmimismado y meditabundo, como ausente de mi. –Me decía- en esto, que pasa a mi lado un señor tirando de una bicicleta, me quedo mirándolo distraídamente, y aquel tipo se me encara como un energúmeno y me grita:

- ¿Qué pasa tío?, ¿Tu, qué coño miras?

- ¡Tu cara de gilipollas, anormal! , ¡Qué te voy a meter tres getazos, que te apaño esa cara de mono que tienes! – respondió mi amigo.

Y él mismo, pasado aquel encuentro tan visceral, reflexionaba sobre su violenta actitud, sobre ese comportamiento de rebote y defensa contra una agresión completamente gratuita del pobre hombre de la bici:

- No sé como justificar mi reacción o la del ciclista, a no ser por este clima de enervamiento colectivo y mala leche en el que vivimos inmersos – Me confesó.

En fin, en esas estamos. Y vosotros os preguntaréis el porqué del tío la vara. Es evidente, creo yo. Es necesario, creo yo. Es acuciante, pienso yo. Clama al cielo de los justos, imagino yo. ¡Un pedestal para ese tío la vara! Una idea surgida como eco de la crispación del pueblo que empatiza, desde siempre, con sus defensores incondicionales, con los justicieros, con los verdaderos líderes populares, con los súper-héroes, aunque actúen en un cómic o surjan desde el mundo de la farándula más ácida. En este caso, José Mota, ¡genial! Vale, algo simple e infantil, pero sus narices son de la mejor calidad y del tamaño de una catedral – La de Murcia, por ejemplo- Y ese humor sencillo sabe llegar a los corazones del pueblo llano que es, en definitiva, quién importa y merece la pena.

¡Si señor! , El tío la vara, con dos narices, teniendo lo que hay que tener: la voluntad de decir las cosas sin cogérsela con papel de fumar. Sin reparar en lo políticamente mierdoso, en esa colección de melindreces y soplapolleces que tanto daño han hecho y están haciendo a nuestro país. Porque está uno harto, ya, de tanto gilipuertas campando a sus anchas por su ministerio unipersonal, como si los españolitos no tuviéramos nada que ver en dicha institución, como si todos fuésemos unos retrasados que no sabemos hacer la ‘O’ con un canuto. Y ellos, los que han de decidir para nuestro bien, se olvidan de su misión, y se apuntan a ese uso tan extendido de hacer lo que resulta mejor para su carrera personal o los intereses del partido donde militan, amén de obedecer los dictados de esa nefasta moda de las menudencias que dan de ‘Pila Master’ en los medios de desinformación.

- ¿Si juntas a los cuatro fantásticos con el tío la vara?, ¿Cuántos súper-héroes tienes? - - - ¡Por el…… te la hinco! (Usun Yun - El intermedio)

'Los originales, privativos y mordaces dibujos que ilustran estos artículos, desde hace varios números, son de mi camarada y, sin embargo, buen amigo Alex Orenes, que firma como ‘Pacha-Mama’. Espero que os gusten'

J.S.P – 2-2009

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