lunes, 15 de diciembre de 2008

Más ladrones que tejas - 2ª Parte


“Más ladrones que tejas” (2ª Parte)


Vivimos en una sociedad infecta por la peste negra del pelotazo, la avaricia, la codicia y la necesidad perentoria de medrar en nuestras vidas materiales a costa de lo que sea, y de quien sea. Y eso no me parece lo más elevado para una raza de seres que se autodefinen como humanos. Humanos de boquilla, personas de cartón piedra, animales de intelecto corrompido por los placeres de la materia. La anticultura de lo material, la victoria de las delicias mundanas sobre la parte espiritual que nos hace estar vivos. Anteponer nuestras necesidades físicas a las que subliman el espíritu, es lo que nos ha llevado a esta ciénaga de corrupción y porquería en la cual, a duras penas, flotamos, cubiertos de mierda hasta los ojos.

Somos meros clones de los hombres primigenios. “Replicantes” de unos líderes que nos compran y nos venden como insulsos abalorios del mercado de la indecencia. Miramos a nuestro derredor y vemos a los “Triunfadores”, y deseamos ser como ellos, a toda costa, ¡a toda velocidad! Lo importante es poder estar a la altura que nos marcan ellos: los señuelos podridos que se lanzan entre las masas para que el invento del capitalismo, y el demencial consumo que lo mantiene vivo, siga nadando en el mar de nuestra basura social: El vertedero de porquerías en que hemos transformado nuestra ausente cultura y nuestra convivencia. Tenemos los sueños que ellos inyectan en nuestras mentes, los ideales que nos venden de saldo u oferta mañanera, pensamos las ideas que quieren que traguemos y vivimos unas vidas manipuladas por los mezquinos intereses de quienes controlan el cotarro.

Todo este preámbulo no justifica, en modo alguno, aquello de que se hablaba en la anterior entrega. Pero sirve de nexo de continuidad para la siguiente reflexión: “La corrupción administrativa es solo la muestra más visible de una podredumbre mayor, que corroe los tuétanos de nuestra sociedad”

Buscando información en la Web para documentar mis escritos, he descubierto ciertos artículos que complementan mis reflexiones pasadas, y nuevos puntos de vista, que abren ignotos senderos a mis pensares. Dice un articulista, en una de estas publicaciones virtuales (Vega Media Press, creo), que la aceptación de la corrupción administrativa en nuestra nación está tan naturalizada que se llega hasta el extremo de seguir votando a los políticos corruptos, incluso después de haber sido juzgados y condenados por sus infames fechorías, estando en el ejercicio de un cargo oficial. Y se justifica, este señor, diciendo que las cosas son así porque esos votantes, tan particulares, se comportarían de igual modo que su Alcalde -Pongamos como ejemplo ese cargo– Es decir, esos electores llevan en su interior un político corrupto frustrado. Son portadores en su mente de las mismas ideas de rapacería, esquilma o mangoneo a manos llenas que su representante electo, juzgado y condenado por los tribunales. Y lo cierto es que solo de esta manera se podría entender la indiferencia de esos extraños votantes, la ceguera autoinducida y la complicidad hacia la depravación, el envilecimiento y la degeneración de ese cargo político que los gobierna.

La hermandad de los corsarios, los dineros fáciles, verse a sí mismos conduciendo un cochazo similar al de su Alcalde y tirando los billetes a capazos ante las narices de sus incrédulos y verdosos vecinos. Todos queremos ser como los <>. ¡Ya te digo!

Aunque, inmersos como estamos en esta nefasta crisis económica mundial, estos momentos son los menos apropiados para dedicarse a la rapiña administrativa. Todos los municipios de este país han visto decrecer, hasta agotar su caudal, la teta inmensa que suponían los ingresos en concepto de licencias de obras, aperturas de nuevos comercios y demás “caramelicos”, y tratan, por todos los medios, de sustituir dicho “negocio” por otras ubres alternativas, pero nunca serán tan “suculentas” como aquellos manantiales de leche y miel del generoso ladrillo. ¡Que tiempos aquellos! ¿Eh, mon@s?

Hay quien dice que un pesimista es un optimista bien informado.

Pero en este caso voy a ejercer de abogado del diablo, voy a dar un margen de confianza a la gente, voy a pensar - Creo que acertadamente – que no todos estamos podridos, que no todos somos portadores del virus de la codicia. Voy a imaginar que aún quedan personas “legales”, íntegras, incorruptibles, personas de pensamientos y actos limpios, transparentes, cristalinos como las aguas sin contaminar de los glaciares Nepalíes.

Voy a creer en la humanidad, quiero creer en los hombres y las mujeres que me rodean. Mis padres me enseñaron a confiar en los demás – Aún a riesgo de recibir traperas puñaladas, ¿Eh, mon@s? -, me enseñaron a pensar bien de la gente, a confiar en sus buenas entrañas. Estoy, casi seguro, que ese tipo de gente existe, que, tanto fuera de la administración como dentro de ella, aún sobreviven personas cuyos pensamientos se encaminan hacia otros ideales distintos a la rastrera idolatría del “Becerro Dorado”. Personas que anteponen su integridad, la paz de sus conciencias y sus familias, a los tortuosos placeres del egoísmo, la mezquindad y la trapacera zancadilla disfrazada de amistad. Se que subsisten inmersos y asfixiados por el hedor que los circunda y acosa impunemente. Se que piensan que nada pueden hacer frente a este aniquilador “Tsunami” de la podredumbre oficial, y optan, ante las perspectivas de perder su empleo y su sustento, por callar y sufrir en silencio las vergüenzas ajenas por sus corrompidos compañeros.

Y es a esas personas íntegras a quienes me dirijo, a quienes animo a liberarse del yugo que los domina y esclaviza. Ellos tienen la llave del futuro de este país, ellos son la escoba que ha de barrer toda la basura que se amontona en nuestra sociedad. Vamos acumulando mierda en nuestra buhardilla, pero llega un momento que hay que deshacerse de ella o corremos el riesgo de que se hundan los techos que nos cobijan. La corrupción es como una cagada de paloma caída desde las alturas, siempre tiende a ir hacia abajo y embarrarlo todo a su paso. (A buen entendedor…)

La cosa clama una solución inmediata, o terminaremos engullidos por nuestras propias heces. Pues solo nos falta ya (Como dice Pérez-reverte) ofrecerles, de forma insinuante, nuestros sumisos Ojetes, para que dispongan de ellos a su antojo, placer y libre albedrío ciertos señores, señorías, ilustrísimos, excelentísimos y demás “Ísimos”, cornúpet@s e hij@s de mil padres que nos están fiscalizando y emponzoñando la inteligencia y… ¡la vida!


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