miércoles, 10 de diciembre de 2008

MAS LADRONES QUE TEJAS



“Más ladrones que tejas”

Cierto amigo, alcalde pedáneo de una aldea lejana, - de la cual no voy a decir su nombre - me decía a la hora de la comida, mientras dábamos buena cuenta de un inconmensurable plato de cocido murciano, entre la sustanciosa sopa, los asesados garbanzos y verduras, las pelotas de pavo y el irresistible “Mojete” que lo rubrica como apoteosis final, que hemos llegado a una situación de corrupción administrativa tan profunda, tan enquistada en los organismos oficiales, tan entretejida en nuestras costumbres, tan irracionalmente habitual que ha pasado a ser una obligada tradición para todos aquellos que acceden, de nuevos, a un cargo en la administración. Ya se encargan los viejos del sistema – decía - , los veteranos chusqueros, de hacer ver a los neófitos, los novatos, la manera en que se llevan las cosas por allí. Y, o se entra en su juego, o te quedas compuesto y sin novia; o lo que viene a ser lo mismo: o tragas con la corrupción y formas parte de ella o te hacen la vida de tal modo insoportable que llegan al punto de destruirte como persona, como familia o como estúpido iluso que pensó que podría arreglar el mundo; cuando este mundo no tiene ni las más azarosa posibilidad de arreglo.

Y puestos a llenarse los bolsillos – Añadía - con el dinero de los ciudadanos, que más da ocho que ochenta, que importancia tienen unos miles de euros de más o de menos, ¿quién habría de notar que faltan unos cuantos milloncejos de nada en las arcas del erario público, en los presupuestos generales o en los fondos reservados de una nación?. ¿Quién?, ¿Quién tiene acceso a las cuentas de los estados, de las comunidades o de un municipio cualquiera de este país de mangantes? Ellos, y solo ellos, los que nos “desadministran”, los que gobiernan, los que hacen de su capa un sayo, - Por no decir lo que les sale de los cojones -, los que deciden a quien se debe untar, o que empresa suministradora de una entidad pública será vetada per sécula, por no tragar con las consabidas mordidas del político o funcionario responsable. Son sus cosas, las cosas de la administración pública, las cosas que allá por las Sicilias o por el Nápoles de la “Camorra” suelen llamar: “Cosa Nostra” - Nuestras cosas, para los más obtusos -

“Habemos más ladrones que tejas”, decía, irónicamente, mi amigo el desencantado pedáneo. Y seguía: La cosa está llegando a un extremo que se hace enervantemente insostenible. Ya no se conforman con los impuestos de la ciudadanía, no tienen bastante con los sobornos, las mordidas y los <> que dan a los empresarios y comerciantes; ahora quieren más, ¡necesitas más! Sus cosas se les están yendo de las manos. Y nosotros, hastiados por su desvergüenza, decimos: “Es normal, es lo normal”. ¡Y una mierda, políticamente correcta, va a ser lo normal! – Concluía el deprimido pedáneo.

La eficiencia de estos señores - O lo que sean - a la hora de gestionar o administrar una entidad oficial deja todo por desear, pero su eficacia, su minuciosidad, su profesionalidad en cuanto a las mil y una maneras de robar, estuvo, está y estará, siempre, en el más alto standing de los mangantes.

En este país de pícaros, truhanes, tunantes, saltatapias, robagallinas, pillastres y sinvergüenzas, ellos han hecho de una desviación, depravación o perversión social toda una carrera universitaria, con sus títulos y licenciaturas, doctorados y masters post-graduación. “Chapeau por los mangantes”, de ellos es el reino de los lelos, y nosotros somos ¡los lelos!


Tengo un vicio mental, un tic de pensamiento: cada vez que veo a un político en algún medio de comunicación, es inevitable que se cuele en mis sesos la imagen de aquel personaje de los locos años veinte del Chicago de los “Estados-Podridos”: Al, Al Capone, pero con ciertas reservas morales o éticas. Incluso entre las filas de aquellos gansters tan cinematográficos, existía un cierto código de honor, unas normas, unas leyes que de no ser respetadas te abrían amablemente las aguas del lago Míchigan para un baño nocturno, bien arropado por un bonito traje de cemento. Los ladrones somos gente honrada, que diría el genial “Pepe Isbert”, en aquella inolvidable película. Eso era antes, ahora da lo mismo, todo vale, incluso entre ellos se cosen a puñaladas traperas o dentelladas y se venden cual zarzaleras por una mejor posición política, un superior nivel decisorio que incluye una mayor disposición de fondos de la ciudadanía.

Peero, ellos no tienen la totalidad de la culpa, están donde están porque nosotros los hemos puesto allí. Nosotros, los españolitos de a pie, los electores de esta nación, los habitantes de una comunidad autónoma, los vecinos de un municipio somos los culpables de esa corrupción tan devastadora y nefasta para nuestro país. Cuando depositamos nuestro voto en una urna electoral, parece que les estamos otorgando carta blanca para sus rapiñas, patentes de corso contra la propia ciudadanía. Y no están los tiempos para hartarse de robar, para derrochar en caprichos o dilapidar los escasos recursos de los estados. Aunque eso habría que hacérselo notar a quienes se han fundido veinte millones de euros en esa grotesca, infantil y demencial cúpula diseñada por el tal “Barceló”, e inaugurada a bombo y platillo por nuestros representantes más destacados.

Que digo yo, que podrían haberse destinado esos 20 milloncejos de nada (Manda güevos) a paliar un poco de la miseria mundial, y haber colgado de esa aberrante cúpula veintisiete monos con una buena estaca, o aragutanes, o porteros de discoteca, que vienen a ser lo mismo. Y cuando algún Carlangas, con su tonto l´haba de los zapatitos, vayan por allí a sacar la panza, les suelten una buena ristra de estacazos, y con sus vozarrones de chulos de puticlub les sugieran sin titubear:

- ¡Tira pa tu casa!, ¡tira pa tu casa!, que voy a terminar de sagudirte, ¡mindango!

Me hace mucha gracia oír a la gente decir:

"Que más da uno que otro, todos van a llevarse los cuartos, al menos este tío hace algo por el pueblo"

Y yo me pregunto: ¿Qué coño hacen por el pueblo, aparte de jodernos vivos?

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