Silabeando al sumo hacedor, de cuyo nombre no podemos
acordarnos ya que jamás nos ha sido rebelado, hemos de arrastrar el carro de la
existencia por un valle de lágrimas, de por sí bastante hostil, más el ‘aliciente’
diario en forma de cabronadas que nos gastan esos que hemos dado en nombrar
nuestros representantes parlamentarios. Que si no teníamos bastante con
sobrevivir a los traspiés connaturales al existir, le sumamos la ineptitud, por
decirlo de forma asaz suave, de esos hijos bastardos del dinero.
Nada más venir al mundo, y tras el clujío de la comadrona, o
comadrono, empezamos a caer en la cuenta de que la cosa no nos va a venir
regalada. Eso en la cuna del plebeyo, osease, para la inmensa mayoría de los
mortales, que si, por lazos o recomendaciones del demonio, nacemos en un hogar
de alto mondongo, la cosa se tizna de un rosa mariposa y pañitos de algodón de
azúcar, Piluca. Que no hay un reparto ecuánime del tema, vamos, eso se cae ‘de
guindos’ más que zopencos, por cuanto hemos de acondicionar nuestras
expectativas al entorno natalicio. Y lo veo estúpidamente normal, dentro de
todo lo normal de su azarosa y abusona anormalidad. Pero si además, esos
neonatos (niñatos) de punto en blanco y cocodrilo en su frígida tetilla de bruja/o,
se dedican a joder la vida de inopes curritos porque no tienen suficiente con
su privilegiado portal de belén, la cosa empieza a tomar un carisma de hijos de
Satanás que pa qué las rogativas, manifestación o cacerolada contra esos sordos
de oído infecto de ‘me la suda’ esa canción desesperada, y Pablo Neruda...
Me encanta su argumento de que si no se rescata a la banca
este país se va a la puta ruina. Pero si el país ya está embarrado de mierda
hasta los varales, ¿Por qué se sigue rescatando bancos? Sobre todo, si esos
bancos son los artífices de la devastación de este país, ¿eh? Por eso digo.
Ahora saldrá el listorro de altas finanzas y nos rebatirá diciendo que no nos
metamos donde no hacemos pie, que son aguas demasiado profundas para nuestro
escaso nivel de crolls, que ‘me voy corriendo’ que tengo un culo
de banquero al que sacar brillo, y que ya te lo explico mañana si eso. Y
nosotros, sumamente compungidos y avergonzados por nuestro craso error e
ignorancia, purgamos nuestra plebeya osadía en la procesión del lomo gacho
hasta la ermita de San Araprepucio de la prima de riesgo: santo patrón de
políticos & banqueros, para que sigan dándonos un poco más por saco.
Empieza uno a ver fantasmas en cada esquina donde se
aberroncha una oficina de la avaricia. Y te entran unas ganas irreprimibles de
coger un trabuco e irrumpir en dicha casa de putas con patente de corso, y
empezar a soltar trabucazos de mierda pavo, que tienes que sujetar los caballos
del Apocalipsis por no liar tu propio fin del mundo. Sin embargo, ellos, con
todos sus papelajos en arpillera y el parabién de la maquinaria descojonante
del estado, atracan, sangran, destruyen, asaltan, esquilman, aniquilan y borran
de un plumazo la esperanza de millones de personas, sin que acuda en nuestro
auxilio la brigada anti-vicio de la guardia civil, los geos artificieros, o la
unidad militar de emergencias anti-sinvergüenzas. Ya lo dicen las mentes más
preclaras: “Si tienes una pistola puedes
atracar un banco, si tienes un banco puedes atracar a todo el mundo”. Y no
pasa ná, qué pijo va a pasar. Por eso digo.
Día tras día, la sombra que se cierne sobre uno, empieza a
decirte cosas. Al principio no haces mucho caso, no sea que te estés volviendo
majara, y eso no queda políticamente correcto. Pero la sombra, que algunos
hemos dado en llamar penuria, sufrimiento y desesperación, se planta ante tus
morros y dice que no se va ni a estacazos de tu sesera cabreada. Y tu mente,
hasta esos momentos en su inopia más cabal, aguantando que tiren a la basura el
futuro de una nación y el asalto de la banca armada, con legalismos y demás
artimañas para sacarle la asaura al más infeliz, se deshace del grillete de corrección,
moderación y educación para la ciudadanía y proclama a los cuatro vientos del
lector que tenemos la solución ante nuestras narices.
Y que si no se la damos es por pura cobardía. Y estos son
tiempos para valientes, son tiempos de extirpar el ‘misterio’ -ese conejo cornudo en el país de las maravillas: el
usurero- y los güevos de su político chusquero, y darles donde más les duele: nuestro
dinero. Que no se lleven a engaño, el dinero es fruto de nuestro
trabajo, por ende, es solo nuestro. Y nuestros colchones son suficientemente
grandes para guardar los ahorrillos de toda una vida de currante. Y bajo las
losas de quien aún conserve su hogar, se puede almacenar pasta suficiente para
sobrevivir a estos tíos mierdas. Y que paguen impuestos sus colegas de la
banca, y que asuman la deuda quienes la crearon, y que no pagamos ni un duro
hasta que los responsables de este desmadre nacional no estén en la puta
cárcel. Y punto y aparte. No hay más. La nación es del pueblo, y se remató la
paciencia. Así de sencillo. Y esto son lentejas, de las que come el plebeyo, si
quieres las tomas o si no arroz con ¡pava de la arboleja!
Y que se van a reír de su padre, también. Punto.
Juan Sánchez - 12/12/2012
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