“Con el tiempo y la edad me estoy volviendo menos transigente, menos tolerante”. Dice mi amiga Carmen. Reafírmolo y rubrícolo pero concretando. Esa 'comprensible' intolerancia mana de la auto-rebelión, al dolerse en cada revolución perdida, traicionada, represaliada por temor o cobardía; o del mismo estar hasta los cojones, hasta los ovarios en su caso. Y postular en lo evidente entendido como un desvarío por la manada. Es aquello de estar más allá de soportar tarugos pretenciosos, que no tienen ni pajolera idea de qué narices va la cosa, pero se expresan como catedráticos de la muy Famous and Inexistent University of Eaton-Usa. Y tú te callas, y te descojonas en estruendoso silencio interior...
O aquello otro de señoras y señores auto-construidos y
curtidos en la vida, según ellos, y ellas, que no saben ni atarse el cordón de
los ‘sapatos’, pero van de un ‘pulido’ que te rilas por la pata abajo. Que te
dan ganas de soltar un ¡Me cago en el misterio! Pero te callas y vuelves la
triste mirada hacia el insondable mundo de la ignorancia, con todo el dolor de
tu inexpresión. Y no lleves la contra, pues se apoyan unos a otros desde su
meningítica inoperancia intelectual, y al final quedas como el lugar donde la
espalda pierde su corrección política: ¿el pompis?… ¡pues no!, ¡el culo!
Es la doctrina del ‘atarugamiento’. Es el callarse como
putos de los borregos. La disolución técnica entre esa masa informe pero
homogénea donde tan a gustito nos sentimos. Esa calidez que proporciona pasar
desapercibidos entre una multitud sin identidad, pero idénticos en cantidad y
calidad de jiñama hacia la libertad. ¡Uy dios mío que miedo me das, me doy! O
por el contrario, expresarse con toda la prepotencia del mundo mundial
por ser un acaudalado con cochazo de aquí te espero, que presupone un aval
social y te confiere una aureola de indiscutible deidad, en esta tierra de
palurdos mediocres, pasmados viciados en la pasamanería, la envidia o el qué
dirá el amo si el hojaldre no le lamo.
Es el camaleónico efecto ‘Zelig’, que de manera tan genial
supo plasmar Woody Allen en su film de igual nomenclatura. Y
aquello de que al yacer con una rubia oxigenada, terminas igual de gilipollas;
por no desentonar, digo yo. O aquello otro que solían decir los ‘abuelos’ en la
mili, que no destacaras ni por alto ni por bajo. Si por tonto, pringabas hasta
en el retrete, si por listo, te llovían todas las ostias. Uno más entre el
pelotón de los cabestros. Y los cojones se quedaban colgados en la puerta del
cuartel. ¿Recordáis?
Es el jodido miedo que esclaviza al mundo. Y los que
‘supervisan’ el cotarro lo saben de puta madre. Conocen perfectamente la manera
de pastorear la masa ovina, apelando a su condición de rebeldes doblegados,
controlados por el miedo. Aplastando cualquier conato de insurrección con la
fuerza que sea necesaria, para que los insumisos retornen al redil y sirvan de
escarmiento general. Represión en cada esquina del existir. En cada paso asoma
el fantasma intimidatorio. La vida es puro miedo. Hasta pensamos estremecidos
de miedo. Maldito lavado de cerebro histórico-cultural. Es la programática
heredad. La tradición en una raza de seres resignados, vencidos por el temblor
tan conveniente para manipularnos.
De ahí que nos sintamos tan confortables entre la masa
sesteante. Incluso viene bien a la inercia del mínimo esfuerzo. Es tan cansada
la revolución. Tener que rehacerlo todo. Desmontar el chiringuito cochambroso
de la actualidad y poner los pilares de un mañana alternativo. Como cansa todo
eso, y encima el pánico que no nos deja ni aliviar el intestino en paz. Mejor
aplazamos la revolución para otro día, que hoy están soltando unas ostias como
panes en Plaza Neptuno. De todas maneras, si al final triunfa esa rebelión
en la Bounty, ya si eso nos enganchamos en la novela una vez
escrita.
Y todo tan psiquiátricamente correcto, que esos locos van a
hacer bicarbonato la cotidiana mediocridad. Mejor subjetivamos un poco el
esfínter a ver cómo termina el asunto. Y nuestros cojones secuestrados por la
supremacía del terror de estado. Y la amenaza como moneda de cambio entre sus
señorías. Como estrategia de puertas para dentro en sínodos, cónclaves, cumbres
y parlamentos: mentiras con la gracia de un ajo-arriero mientras repica a
rebato el gallinero.
En dos palabras: ¡in conmensurable! Y vente paspaña manolo,
vente pacá tío, que estamos aquí tan ‘a gustito’. Y pónganos otra ronda
Rosarito, que la revolución, ya si eso, la dejamos para cualquier día de estos.
Oé, oé, oé, oé, a por ellos, oé, a por ellos, oé… Y vuelva usted mañana que la
cosa estará más clara. Y el Madrid otra vez campeón de liga, y el Barça va por
libre ¿no?... ¡Así nos va!... y nos irá.
12-10-2012
buen post!!! la rebelión, debería ser,poniendo el cuwerpo, pues no se si usted,comenta o no,pero estaba siguiendo mi blog precisamente...jakeado,no puedo entrar,nunca mas!
ResponderEliminarle dejo la dirección del nuevo
un saludo
lidia-la escriba
www.nuncajamashablamos.blogspot.com!!!