miércoles, 30 de mayo de 2012

“Desde ‘Ndangane’ con buen humor”




Juan Sánchez.
Con la sana intención de refletar nuestro aletargado club gastronómico,– “e-garum”- o lo que sea, nos reunimos unos pocos, entre tantos parteros de la idea, en casa de Jesús. Llevamos varios meses rumiando esa resurrección, merodeando entre gratos recuerdos bajo la enseña del buen yantar, escanciada y espaciada la charla entre viandas cosmopolitas y dionisíacos caldos, cuya única denominación de origen era, y es, no necesitar motivo alguno salvo la amistad…

– Rosa, la rubia, Alex el de Bitxilandia(*), Bop y Mamadóu -
En fin, la disculpa era lo menos necesario.  Así pues, aquí estábamos para paladear un buen rato. Y una grata sorpresa entre los maestros del fuego y las especias para aplacarlo. Hoy tocaba cocina africana. Una excursión por el sol implacable y las indómitas aguas de ese atlántico saheliano. Y dos cocineros de lujo, ‘Bop’ y ‘Mamadóu’ originarios del trópico sub-sahariano: ‘Ndangane’,  en la costa de Senegal.
Comida exótica para el gusto del norte. Austera pero muy sabrosa, sin pretensiones culinarias salvo saciar el apetito. Con toques especiados de soja y guindilla para eludir el tórrido día a día de su tierra. El menú lo trascribo en absoluta literalidad. Sea el lector ávido de sabiduría quien descifre los ingredientes ocultos. Con base de un arroz desconocido por un servidor, diminuto y nacarado, “Thiebou”, en buena compañía del delicioso pescado, “Diene”, en este caso, a falta de los suyos propios, un bonito de la almadraba de La Azohía cocinado entre verduras y aliñado por inusitados matices para el paladar profano. Sin olvidarnos de la sempiterna ‘Yuca’, como guarnecida culminación del plato. Regado todo ello con una infusión en frío, su ‘refresco’ natural, a base de flores secas de “Bissap”. El resultado es una compleja miscelánea de sabores, texturas y aromas, digamos, ‘Baobianos’ -Del árbol nacional de Senegal: el Baobab-. De rareza apetecible por lo desconocida, y equilibrada por su variedad, sin llegar a cansar nuestro estómago. Eso si, las ración demasiado generosa para un servidor. Pero pudimos con ella. Nunca se sabe cuando volveremos a soñar por la sabana del rey león o los manglares del delta del Saloum.
Un servidor, llevado por un impulso turístico-snob, montó un plato de muestra para los lectores (La foto superior). Pero en un relámpago de cordura me retracto de dicha foto, tanto por la desinencia typical-turística, como por mi superlativa ignorancia, momentos más tarde en evidencia, sobre las condiciones de vida de estos seres humanos. No obstante, he optado por insertarla en este artículo para que veáis lo bonito que podría quedar en el escaparate de alguna agencia de turismo occidental… La espartana realidad del plato queda de manifiesto en la imagen siguiente. Sencillamente, un plato de comida tras una jornada de duro trabajo. Sin hojas de banano ni orquídeas plastificadas, fuera de lugar entre el sudor y las carencias de unas gentes que han de emigrar muy lejos para buscarse la vida entre nuestra superficialidad…
Se acaba la comida y comienza la charla. Inevitablemente, he de indagar en la forma de vida, subsistencia pura y dura, de estos cocineros exóticos vestidos de buen humor, cordialidad y cercanía humana. Se buscan la ‘yuca’ diaria en nuestra tierra como buenamente pueden. Las cosas están muy jodidas para todos, y ellos no son ajenos a esta podrida crisis occidental. La diferencia con nosotros, es que su capacidad de adaptación a las circunstancias va incluida en la mochila con que marcharon tan lejos de su gente, allá en su África natal. Alma de luchadores y corazón determinado a sacar adelante su proyecto personal: sobrevivir al pesar heredado por nacer lejos del mundo ‘civilizado’. Su mirada no puede esconder el sufrimiento pasado, ni el brillo que traspasa nuestros superfluos argumentos, dejando en evidencia a esta ‘civilización’ occidental que adolece de motivaciones para continuar luchando. Su lucha es la vida, la nuestra un galimatías de caprichos y banalidad. Aunque las actuales circunstancias parecen enrasar sus prioridades con las nuestras. Y la obligada empatía nos advierte y aconseja tomar nota de ellos, de su forma de mirar el mundo y de esa escala de valores primarios que obviamos a diario. Quizá sea una llamada a la cordura inmediata, una catarsis, una neo revolución o parvulario, que habremos de estudiar desde la experiencia de estas gentes sencillas con su bagaje de penas plagando cada día del calendario.

 - La rubia, otra vez, un servidor, Jesús, el ideólogo de la amistad, Bop y Mamadóu, otra vez -
La cosa no iba de tanta seriedad. La tertulia se prestaba más al anecdotario, el chascarrillo o un cruce de ambos entre bromas o entre recuerdos para ser mentados. Y un servidor, que adolece de un verbo fácil, y de una irreprimible necesidad de soltar algún disparate, no pudo contener un chiste muy ‘apropiado’. Que no me lo pude callar, vamos…
Y voy y le suelto a Bop:
             - ¿A que no sabes por qué los negros del África tenéis los morros tan grandes?
El hombretón se queda sorprendido, pero no rechista, y yo continúo:
            -Porque os pasáis el día diciendo: ¡buuuffff, que calor!… ¡¡buuufff, que calor!!
Y Bop se rula de la risa. Y me mira con ojos transparentes, sinceros. Y todo está claro. Diamantinamente claro… y yo lo remato:
            – Mira, llevo toda la vida contando este chiste. Y no me he podido resistir. Tenía que contárselo a un hombre de color…
Y él me remata a mí:
            ¡De color negro, si! Y se echa a reír nuevamente…
En eso nos aventajan de pleno. Nos llevan años por delante. Su carencia de complejos históricos. Su naturalidad y predisposición para la comunicación sincera, los despoja de cualquier tara ‘civilizada’. O eso, o que estamos tan influenciados por la cultura yanqui y sus barbaries televisivas, que vivimos dentro de esa caja tonta sin contacto alguno con la naturalidad de un ser humano no ‘contaminado’ por toda esta porquería del tan publicitado primer mundo. ¡¡Me cago el los yanquis de los güevos, en el kuklusklan, y en el bus donde los hombres de verde claro van sentados delante, y los hombres de verde oscuro se hacinan atrás!!

Cayucos en Ndangane
Acabamos la sobremesa viendo sus respectivos pueblos en el google earth. Una aldea de pescadores donde despunta el turismo occidental, la de Bop, Ndangane, y otra aldea más modesta, en una pequeña isla dentro de río Saloum, Baout, la de Mamadóu, donde unas pequeñas cabañas de barro y paja se resisten a ser civilizadas y desconocen, de momento, la contaminación de la codicia, la oscuridad materialista y el delirio de vivir solo para consumir y ser consumidos por esta necedad tan ‘civilizada’.

Labores de pesca en el delta del Saloum
Quizá algún día entendamos que no existen más fronteras que las establecidas por nuestros miedos y ¡nuestras tinieblas!, nuestra intolerancia. Quizá algún día deje de sonar el tam-tam en “La Reina De África” (The African Queen – 1951,Katharine Hepburn y Humphrey Bogart, dirigidos por John Huston) y aquellas palabras que flotan en la indómita sabana, dejen de tener razón, dejen de llorar por nuestra ‘culta’ ignorancia:

“Cazador blanco, corazón negro”


(*) BITXILANDIA: “Exposición de pintura, durante el mes de Junio en el colegio Siglo XXI de Puerto de Mazarrón”
¡¡GENIAL!!

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