domingo, 30 de mayo de 2010

¿Políticos, qué políticos? y II

"Los santos inocentes" - Miguel Delibes

Me pregunto, a veces, dónde fueron a parar tantos y tantos proyectos como han surcado las aguas de nuestra imaginación Mazarronera. Aquellas novedades que iban de boca en boca, trayendo nuevas ilusiones a nuestros destinos algo chuchurríos por la escasez de ingresos de los negocios. Aquellos comentarios que, bien de mañana, nos asaltaban tomando el primer café en la barra de un bar del pueblo, espabilando nuestros ánimos mañaneros con el último comentario sobre tal o cual empresario que osaba aventurarse en alguna novedosa “genialidad” que habría de traer tantos y cuantos turistas a nuestro municipio.

Dónde fueron a parar dichas ilusiones. Dónde quedaron la aventura y la esperanza que depositamos en dichas empresas y en el siempre esperado y nunca ejecutado desarrollo turístico de nuestra población.

Me vienen a la memoria tales proyectos, que algunos ocultan en ese rincón de la retorcida mente del envidioso obcecada en el anhelado fracaso de cualquier convecino y, mucho más, de un extraño. No en vano, la envidia es el pecado nacional, y en esta población hacemos gala y honores de tan dudosa virtud del españolito histórico al más puro estilo del “Typical Spanish”… “Da gusto informar de las malas noticias”, dice uno junto a mi, esta mañana, en un café del Puerto. Lo que viene a confirmar mi teoría de que somos de la cáscara amarga y no tenemos remedio. Y, aunque lo hubiese, que lo hay, habríamos de seguir malmetiendo para derrumbar a los que nos podían sacar tres mil años de evolución e inteligencia, muchas ideas y experiencia en la realización de empresas y objetivos para la promoción y el desarrollo de nuestro pueblo.

Entre tanto, los mencionados proyectos, fueron arrojados al cubo de la basura y el olvido por otros tantos “elementos”, que creen estar por encima de la ley, empeñados en zancadillear a los emprendedores, escudados tras la absurda y cerril filosofía de que en Mazarrón solo deben triunfar los Mazarroneros. Algunos “Mazarroneros”. Y todo aquel extraño que pretenda hacer su agosto a costa de nuestro privilegiado entorno, habrá de ser amargado, aburrido y arruinado hasta que opte por coger las de Villadiego y huir despavorido de este pueblo. Faltaría menos.

Y es que los poderes más “poderosos”, cuando creen peligrar la gordura de sus fortunas, toman, como siempre fuera, las medidas oportunas y necesarias para garantizar la demolición de esa supuesta competencia y esos presuntos agresores de su patrimonio, que albergan la ilusoria ilusión de crear un floreciente negocio en Mazarrón. Y, claro, los muy ilusos, no habían previsto la obligada pleitesía y el oportuno vasallaje o ineludible diezmo debido a estas afortunadas fortunas, promotoras del más corrosivo infortunio de cualquier osado e irreverente foráneo que se “salte”, a la torera, las tradicionales normas de ‘la familia’. Y, con esto, vale de nombrar a los innombrables. Que va a parecer que un servidor también cumple en nómina con las reverencias y agasajos que dichos poderes tan poderosos esperan de sus lacayos…

¿Da su permiso y su beneplácito, el muy grande e ilustre señor Marqués de la Mucha-Mersa, para que este humilde siervo patizambo y su zarrapastrosa familia abandonen la cueva del monte y puedan asilarse en esa inconmensurable barraca ‘a to lujo’, que vuecencia a tenido a bien disponer para vuestra servidumbre? Dios guarde a su excelsa señoría por muchos años, y amén. Más o menos.

Y “la familia”, conocida de todos, hace y deshace según convenga a los intereses de sus oropelizadas expectativas. Sin albergar interés alguno en cuanto a garantía de seguridad, futuro y calidad de vida para sus esclavos y lacayos. Al fin y al cabo, un siervo es un siervo y, por ello, siempre será prescindible. ¿A que sí? Por tanto, la familia, apoltronada en su inaccesible posición de poder, solo presta tiempo y atención a esos casos que han de engrosar, aún más, sus crasas fortunas. Y no valen destellos de inteligencia o solidaridad que alberguen una esperanza para iniciar una vía de coherencia y cordura, que haya de iluminar el siniestro futuro sufrido por casi todos los vecinos de Mazarrón, excepto los apadrinados de esta “Banda de las mil maravillas”. Es la dura soledad de las alturas, han de pensar los juramentados del poder y la mersa satisfecha. La soledad del triunfador es la recompensa de una labor bien hecha, se dicen; y lo peor, es que lo creen.

Lo mejor de todo, verlos alardear de sus terrenales posesiones. Jactarse, pasando antes sus vecinos al volante de esas estruendosas maquinitas, sacando panza, con esa absurda e infantil sonrisita de autosuficiencia, que parece decir:

-¡Mira lo que tengo! ¡Tú no tienes nada!...Chincha rabiña, yo como piñones y tú nos los comes…

Ciertamente, ¡patético! Si al menos supieran destinar esos bienes materiales, de dudosa e injustificable procedencia, para unos fines humanamente loables…Pero solo son eso: críos, chulos y ¡Patéticos!

“Cuanto poder, y que poca idea de que hacer con él”

Un saludo para casi tod@s.

JSP 2.1 - 30-5-2010

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