martes, 8 de septiembre de 2009

La Guerra de los Mundos

“La Guerra de los Mundos”

Existen muchos mundos dentro de nuestro mundo. Este mundo gastado, manido, un mundo ancestral que renace en cada ser que lo habita, un mundo de mundos, de posibilidades que, en el mejor de los casos, terminan, como siempre, en el cubo de la basura. Y es que cada uno contamos el baile según nos va. Todo es relativo, todo es subjetivo, no existe la objetividad, siempre acabamos influenciados por las circunstancias ajenas a nuestra voluntad. Voluntad que quisiera actuar de forma imparcial, pero la vida no nos deja indiferentes, y obramos en concordancia con nuestras experiencias y nuestro particular, singular e irrepetible trocito de la existencia humana.

Por eso, me hace muchísima gracia, oír hablar a la gente como quien dicta sentencia desde el tribunal supremo, soltando sus peroratas como los sabios de la Grecia clásica, con toda su cohorte de pupilos que atienden ensimismados a las reveladoras enseñanzas del maestro. Me hace maldita la gracia ver a esos seres mequetréficos, que no saben hacer ni la ”O” con un canuto, y que se sienten capacitados para dirigir nuestro mundo, sin atender, en ningún caso, a las sabias filosofías que nos proporciona la historia, o el pasado de nuestra especie – asignaturas para no ser repetidas, nunca - . En cuatro días pasan de ser unos zopencos irredimibles, a convertirse en unos fantoches, en líderes de masas, cabezas visibles de ese enorme iceberg de la ignorancia, la prepotencia, la petulancia o la estupidez más absoluta del mundo mundial.

Todo es relativo, todo es pasajero, estamos en continua evolución, cambio y aprendizaje, somos seres incompletos, proyectos de no se sabe qué, meros “cagarros” flotando en la inmensidad del tiempo y el espacio. Y vamos y nos mostramos y comportamos como si tuviéramos en nuestras manos la verdad más irrefutable, las claves para la creación del universo, o sea, ¡jolines ya!, como si fuéramos los mismísimos dioses. ¡Un poco de humildad señores, un poco de clarividencia, un poco de sensatez!, que solo somos “los monitos del titiritero” - Se me está yendo la pinza, me enfrasco tanto en mis reflexiones Seudo-trascendentales, que se me olvida la idea primera que tenía cuando comencé a escribir este artículo, o lo que sea -

Decía, al comienzo de esta parrafada, que existen muchos mundos dentro de nuestro mundo, tantos como personas lo habitan, tantos como vidas han existido desde el comienzo de las eras, y tantos como cada una de las etapas por la que pasa, a lo largo de su tiempo, un ser humano. Nosotros también cambiamos, cada día somos un nuevo ser que despierta en el cuerpo de un extraño, y ese extraño es la persona que éramos el día anterior, o que creíamos ser. Somos continuo cambio y evolución, ¿Progreso o involución? ¡He ahí el dilema!, que diría Hamlet.

Lo importante es renacer, crecer, madurar, enriquecernos como seres humanos (Y no con la vil monea), parchear los defectos que nos deforman, los vicios mentales que nos embotan, asfixian, atarugan o manipulan, ¡y evolucionar!

¿Por qué el título de este artículo?, os lo explico: somos casi siete mil millones de seres en este recóndito planeta, una montonera de insignificantes bichejos, que se creen los amos del universo. Pero no todos en conjunto, noooo, cada uno en sí mismo tiende a pensar que es el único poseedor de la verdad definitiva, dogmática, rotunda, tajante e indiscutible. Y no hay quien nos baje del burro, al menos en occidente, para eso somos los más avanzados del planeta, los chicos guays, los auténticos, los genuinos y los mayores gilipollas de la tierra.

En ese sentido, las culturas orientales nos llevan milenios de ventaja. En el respeto personal, la modestia, la cooperación entre etnias, siempre sin perder su identidad cultural, su idiosincrasia, el particular e histórico camino hoyado por sus ancestros, su evolución inalienable con toda su carga de aciertos y errores. Hay un pensamiento oriental – No sé si filosófico o de andar por casa – que siempre me ha gustado tener presente en mi vida: “Incluso de tu peor enemigo, siempre habrá la posibilidad de aprender algo”. ¿Qué os parece?, ¡estos chinos!, estos ojos rasgados son más raros que un perro verde, ¿Verdad?, o quizás no, tal vez los grotescos somos nosotros, los occidentales, que, aunque tenemos los ojos grandes y redondos, no vemos más allá de nuestras propias narices.

La guerra de los mundos, la guerra de los hombres, que siempre están en beligerancia contra ellos mismos. ¡Zopencos!, ¡tarugos!, ¡melones! ¿Dónde estaría esta raza de homínidos si, desde el principio de su evolución, hubiesen dejado a un lado sus diferencias materiales, hormonales y cojoneras, y se hubiesen dedicado a colaborar, en vez de estar siempre en pie de guerra? , ¿En las estrellas, quizá?, ¿Surcando otros orbes, tal vez?, ¿Buscando extraños seres inteligentes en los confines del universo? No lo sé, solo sé que buscamos vida inteligente fuera de nuestra tierra, porque es evidente que en este planeta no la hay.

Orson Welles, con su archifamoso e impactante programa radiofónico de la década de lo años treinta del pasado siglo, basado en la genial obra de H.G.Wells, amén de conseguir su objetivo de experimentar con la audiencia, también nos dejó en herencia una sublime moraleja: ‘La raza humana, cuando dejan a un lado sus diferencias y se ponen a colaborar para alcanzar un fin, son indestructibles, son inquebrantables, ¡son cojonudos! Ninguno tiene la razón infinita, pero entre todos, algún día, es posible que la alcancen’. Siempre y cuando vayamos a buenas, siempre que pongamos en uso esa ilusoria tendencia del “Buenismo”, pero con todo el peso de tal idea, y sin la hipocresía que ahora lleva aparejada que, junto con el pringue de esta moda tan snob como pasajera, está destruyendo sus bondades.

Leo, en la prensa de hoy, que se ha inaugurado el polémico macro-acelerador de partículas de Suiza, también la repercusión social que está teniendo su puesta en marcha y los apocalípticos bulos que circulan por Internet, sobre la posibilidad de que tal invento genere un agujero negro, que acabe por engullir nuestro planeta.

¡Que pena! Que solo quedasen de nosotros, flotando en la nada más definitiva, los recuerdos de una raza obtusa y cerril, eternamente enfrascada en alguna estúpida e injustificable contienda. ¡Que pena!.... Pero tranquilos, que, hoy por hoy, no se acaba el mundo… ¡Eso espero!

J.S.P - 2008

6 comentarios:

  1. La aversión, el desprecio, la repulsión, el odio, son sentimientos reales y válidos.... y ciertos especimenes de algo parecido a seres humanos se merecen el rechazo y llegado el caso algo peor. Negar eso es negar la evidencia. La utopias son muy bonitas, pero son utopias, ciencia ficción. Y de demagogos no sólo los cementerios están llenos.

    "No te acerques a una cabra por delante, ni aun burro por detrás, ni a un tonto ni a un hijo de puta por ningún sitio" (Provervio, creo)

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  2. Anónimo3:30

    “Incluso de tu peor enemigo, siempre habrá la posibilidad de aprender algo”

    Sí, aprender a reventarlo.

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  3. Anónimo3:31

    cagarros=cagarrutas ¿no?

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  4. Hay un refrán que dice: Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos. Aún así, no somos poseedores de la verdad absoluta, cada uno tenemos nuestras conviccicones para obrar tal y como lo hacemos. Ver, sin que sirva de precedente, las razones de la otra parte quizás nos abra unos horizontes no contemplados en nuestra particular manera de ver al mundo. Gracias por tus comentarios.

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  5. No obstante lo anterior, debo darte la razón; hay ciertos seres pululando por este desquiciado mundo, que no se merecen ni que se les escupa a la cara, eso sería una señal de que los tenemos en consideración, aunque dicha atención sea la misma que podríamos prestar a un perro sarnoso que trata de mordernos. Hay numerosos especímenes de esa clase de rastreros gusanos pululando impunemente por la faz de este cansado mundo. Odiarlos alimenta sus razones para existir, engrandece su ego que vive y se sustenta de esa inimadversión. Mejor la indiferencia, la nulidad, la certeza de que no existen más allá de sus propias miserias. Nunca coincidirán con nosotros en la realidad de un mundo que ellos no conocen: La fraternidad entre seres humanos. Y como aseveración final, "Al enemigo, ¡ni agua!" Gracias por tus comentarios. J.S.P 2.0

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Muchas gracias. JSP 3.0

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