Juan Sánchez.
“La desesperanza se ha apoderado de cada rincón de esta nación bipolar: demasiados ‘inútiles políticos' nos están hundiendo la existencia cual serviles cancerberos del sistema usurero-financiero…”
Algo así comento con Jorge Mayoral, director de “Los Llanos del Hospital”, en Benasque, mientras compartimos reflexiones y una copa en el acogedor salón de ese recóndito Hotel-Spa. Estación de esquí durante el invierno, enclavado en lo que considero como el valle por excelencia del pirineo oscense. Pero la conversación, lejos de precipitarse hacia el derrotismo, se encarama sobre sí misma, se recicla en distensión y vivencias propias que nos adentran en la dedicación y la entrega absoluta de este ser humano por sacar adelante mucho más que un mero negocio de hostelería: “La Fundación del Hospital”. Ardua labor de incansables años para recuperar el patrimonio histórico del valle y, más concretamente, la historia, tradición y herencia documental de dichas instalaciones. Toda una vida de entrega, la de Jorge y sus colaboradores, en una tarea que les honra en la memoria de un pasado casi perdido, recuperado para las gentes del valle, y para todos aquellos viajeros que disfrutamos de sus excelencias. Solo me resta decir: ¡Chapeau! por todos ellos, y ellas...
Albergue-Hospital de peregrinos y transeúntes entre España y Francia, que se remonta hasta la edad media. Fundado por una orden medieval de monjes guerreros (1.200 D.C): Los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén - "Caballeros de Malta". La fundación en sí, contiene innumerables obras de un gran valor histórico: son miles de documentos, libros, mapas medievales, planos, etc, entre los que se encuentra algún ‘casi incunable’. En su nutrida biblioteca (Más de 10.000 libros) tuve la sensación de hallarme en el ‘Sanctasantórum’de un monasterio medieval, y, cual Sean Connery en ‘El nombre de la Rosa’, me deleité admirando aquel universo prohibido. Me imaginé accediendo al laberinto de legajos, descubriendo los secretos mejor guardados, jamás soñados por el hombre. Sin duda, merece la pena ganar un día de vacaciones visitando ese tesoro histórico.
Llevo algunos días -No tantos como me gustaría- disfrutando de la paz y la buena compañía en tan apacible como extraordinario enclave. En clave de descanso, reposición y reparación del candor perdido, estima herida y otras circunstancias personales que arrastraron mis ‘cenizas’ hacia tal paraje de ensueño. Entre horas, ya repuesto de lo mío, me dedico a husmear por el entorno. Desde perseguir con mi cámara una furtiva Gineta que pasa rauda bajo mi ventana, unas púberes marmotas que juguetean entre los riscos de un arroyo de deshielo, un gato parduzco y asilvestrado que no se fía del viajero y ha hecho su guarida no lejos de las jóvenes marmotas, las eternas y desvergonzadas rumiantes vacunas, la charla con el vaquero que las controla en la medida que se dejan controlar, alguna ruta suave de montaña para observar los endemismos vegetales, algunos solo florecen junto al hospital: "Hugueninia Tanacetifolia". Y, por supuesto, los entresijos del hotel que disparan mi imaginación, al fin, con sus esculturas, tallas y gárgolas que me observan fijamente y dan al todo el recinto un aire de misterio o cábala indescifrable e iniciática. Rayana la media noche, como extasiado por mi hallazgo, pregunto a los camareros, a la recepcionista y al vigilante de noche por tan intrigantes tallas en madera . He llegado a la conclusión que aquellas efigies esconden secretos velados para los ojos profanos. Una serie de pistas herméticas que conducen a algún conocimiento oculto durante siglos. Y algo hay de todo ello. Mucho más de lo que evidencian a primera vista aquellas enigmáticas figuras… Jorge, gran maestre en la recuperación de tantos misterios irresueltos, habría de disipar el ‘acertijo’ y su autoría: "Gabriel H. Rendón J. - Escultor", en una larga y reveladora conversación a la noche siguiente…
Entre mis muchas preguntas, paciente y cordial, rompe el silencio del “Árbol de la Vida”, y de la fuente que mana oculta tras el mismo, custodiada por amores prohibidos de amantes irreverentes y pecaminosos, con sayos clericales alzados por encima de la moralidad más puritana. Y de la roca glaciar donde enraíza la imaginación del autor de la obra, y la suya propia, para disfrazar la sordidez cotidiana con un arte ultra-material embebido de fantasía popular y su gran sentido del humor. Además, adentrándonos en el submundo de la leyenda para caldear la gélida y larga noche en la montaña, me confiere el secreto mejor guardado del valle… Y no lo cuentes a nadie, sentencia con un guiño de complicidad…
“Cuenta la tradición popular que al otro lado de los mayestáticos pirineos, allá por tierras de la Francia más profunda, que también la hubo y la hay, existió un señor feudal de mucho mando y copete: El “Marqués de Folliard”. Dicho aristócrata de rancio abolengo, había una hija, doncella ella, que andaba talmente enamoriscá de un plebeyo español. Esos amores tan políticamente incorrectos, como no podía ser de otra manera, no eran de agrado del tal Marqués, quien ponía peros, reparos y leña al plebeyo de por medio para que no llegaran a ser consumados. Los enamorados, como tantos otros en parecidas circunstancias –Los amantes de Teruel, tonta ella, tonto él, según prescribe el refranero más chusquero. O el amor eterno de Verona: Romeo y Julieta, trágicamente imaginado por Shakespeare, o de algún otro que yo me sé, y hasta aquí puedo contar- no querían saber de prohibiciones ni de gaitas pirenaicas, si las hubiere, que pudieran romper el selénico hechizo de su amor. El buen mozo, un buen día, allá por los tiempos en que se hacia la mili con lanza en arpillera, decidió llevarse a la moza. Traérsela pa España, su terruño patrio y alejarla del férreo control del tiránico Marqués…
Cruzó la frontera por el puerto entre Benasque y Luchón, agarró a la moza de sus enaguas de mil capas de cebolla de diseño de algún abuelo del Dior. Montola, de momento, en la burra aparejada al efecto y, efectivamente, cruzaron los pirineos de retorno al valle esmeralda. A la altura del Hospital de montaña, pidieron asilo a aquellos caritativos monjes. Ya reconfortados en las cálidas entrañas del monasterio, aprestáronse a consumar su ardoroso enamoramiento…
Pero he aquí, lazos o cachondeo del destino, siempre a la que salta por y para joder la fiesta, que aquel mozo, robusto y tan bien de lo suyo, hubo el ‘gatillazo’ más sonado de dicha comarca oscense y parte de la Gomera. Cosa natural, dada la tensión del momento, la impaciencia pecadora o el rebufo rabioso del Marqués en los coj…. ‘talones’ del galán, o vaya usted a saber. Y la moza, en ascua viva por la parte de sus partes, compuesta, des-encebollada, ya dispuesta a derretir la flor de sus primeras nieves y lo que hubiere menester, no atinaba a levantar los 'ánimos' del mancebo, ni podía apaciguar su 'pomme de terre'. En eso, aquellos sabios y curtidos monjes castrenses, aconsejaron a la pareja tomar las aguas de aquella fuente de la vida, que gorgoteaba inopinadamente intramuros del hospital. Manantial invicto, nacido en la insondable profundidad de la caverna del millar sueños y reme-dios para los mil males del alma y el cuerpo desgajado. Lecho de cristal donde liban las flores de la Edelweiss, justo antes de ser estrellas fugaces para anunciar la primavera en las alturas…
Sin pensarlo, bebieron de la fuente hasta colmar su locura de pasión. Et, ¡voilá!... ¡Glande y Dolce Misterio de la Vitta!…. Un, deux, trois, quatre, cinq,…six… ¡sept!... sin ‘dudar’ ni reposar, o repostar munición. Y, a partir de dicho portento, hízose la moza devota y novenaria incondicional del apóstol San Juan, del milagroso manantial y su ‘rigor’. Y triunfó el amor y sus mejores secretos, dulcemente consumados en aquel valle eterno, para gozo de los amantes, tremendo berrinche del señor Marqués y grato relajo del curioso viajero”.
Justo antes de mi eterno retorno, siguiendo la tradición popular, calmé mi sed en dicha fuente. Alguien dijo que tuviera cuidado con aquel agua, que sus ‘efectos’ son adictivos, y quien la prueba suele repetir, y repetir, y repetir… Sus consecuencias en mi modesta y humilde persona, son algo que quedará entre los arcanos del viaje y del viajero. Pero algo os puedo revelar: ando deseoso de renovar la 'alegría de vivir' en aquel manantial de inagotable juventud...
Fin, o todo lo contrario...
"Dichosos aquellos que han podido desentrañar las causas secretas de las cosas"... "Somos los amos, somos los esclavos. Omnipresentes, y en ninguna parte"...
PRIMERA PARTE: "LA FUENTE DE LA VIDA"
(Benasque, Julio 2012, texto e imágenes, Juan Sánchez)
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