Las estrategias y fortuitos descubrimientos de que se vale el destino para indicarnos o, veladamente, sugerirnos el camino a seguir, son demasiado evidentes para que nos demos cuenta de ellas.
Camino por la playa. Hace una radiante mañana de final de esta remolona primavera, temerosa en relevar a ese caballero gris de los desquiciados céfiros. Miro el mar, vuelvo la cara hacia él, esquivo el encuentro con los pasos que se borran según avanzo por la grumosa frontera. A lo lejos el pueblo, la gente, los turistas que, rebozados de arena y sol, se dejan desperezar por el olvido de sus tribulaciones diarias, entre las benditas aguas de nuestra bahía.
Una figura pelirroja, acompañada de dos inmensos canes negros, pasea próxima a la orilla. Al esquivar, solo por educación, la ruta de los tres, me alejo de la costa y mis pasos se mojan con espuma de mar mediterráneo. Me sienta bien, ellos, el rojo y los dos negros, siguen su paso ajeno al mío, que, ahora, busca el sol para resolver las diferencias entre mis pensamientos y la carne de pollo que ha recubierto mis piernas. El paseo entra en la fase de comodidad, tras las inapetencias del comienzo de la rodadura. Miro y remiro ese mar que nos trae, o habría de traernos, la esperanza. Busco un lugar, bañado por el agua, donde años atrás naufragó mi primer amor extraviado….y allí está. El tiempo y los desconsiderados embates del oleaje, han hecho presa de él. Apenas se entreven los restos de lo que otrora fuese un embarcadero. Hormigón y maderos inexistentes, muertos entre los guijarros y los restos de cierta e inhumana humanidad. Un puerto desmembrado por su propia inutilidad; como aquel cariño impugnado. Eso pienso, la innecesaria escena dejada atrás. El derroche de años que ya no están. Años que dejaron de pensar, de pesar...
feliz camino...
ResponderEliminartus pasos me dan algo de esperanza para mi...y tú sabes qué clase de regalo es ese para mi
la belleza de tu alma cura de las heridas del sendero demasiado estrecho para mis alas torpes
El destino , si quieres llamarlo así, tiene curiosas formas de ponerse a nuestra vera... las interpretaciones y lecturas diversas que hagamos de sus señales dependen de nuestra historia, de nuestras ganas y de nuestras esperanzas en que nos sea propicio.
ResponderEliminarA lo mejor, ese corazón que no era para ti, si era una señal de que hay sueños que pueden permanecer y sobrevivir a los embates del tiempo. Que su llanto es de caracolas y rumor de agua, más rumor... Y te impele a latir de nuevo con los ojos llenos de ilusión.
BesoTÉ.
Susi:
ResponderEliminarTus alas jamás serán torpes, es una equívoca y subjetiva impresión de un corazón que anhela recuperar la esperanza. Si mis palabras, eco de mis sentimientos, te pueden ayudar, haz uso de ellas con absoluta libertad. Para eso están los amigos...para curar las heridas de quien no puede o no se quiere curar. Sigo tu andadura, Susi. Besos.
Andrea:
ResponderEliminarEres la pitonisa de mis pensamientos. Tal y como relatas en tu comentario, esa fue la conclusión de mi paseo: recuperar la fe en el mañana, en la complicidad para con la persona que se tomó la molestia de dibujar ese corazón, lo hizo porque aún arde su llama. Eso me devuelve a la realidad cotidiana, donde millones de seres humanos se aman. Donde se sirve la esperanza para desayunar, cada alborada.
Caracolas y rumor de agua...si, agua de vida, agua dorada, agua para vivir el mañana que empieza hoy mismo...
BesoTé, igualmente, Andrea.
y el mensaje es, creo....que volverá de nuevo a nacerte esa esperanza
ResponderEliminary los crujidos dejarán de ser la música de las noches
felices luciérnagas...
Gracias mil, luminosas serán...seguro...para todos.
ResponderEliminarUn beso, Susi.