sábado, 7 de abril de 2012

“De empáticos, apáticos y psicópatas”


Juan Sánchez.
Pertenezco a una generación de libertarios por narices. No quedaba más cáscara que hacer de nuestros ideales bandera guía en la vida cotidiana. Todo estaba por conseguir, por luchar y reivindicar, en aquellos buenos años de canción protesta y corazones en sintonía con la libertad mutilada por el despotismo criminal.

Años de camaradería sin reparos a la hora de partirse el pecho por los nuestros. Horas de vientos claros, aunque en la calle nos esperase el furgón de los maderos (Entonces eran los temidos esbirros del dictador, vestidos de gris sin concesiones), para darnos una somanta de ostias, más rápido que deprisa podíamos huir por el Campus de la universidad, del instituto o por aquellas sombras de una nación que gritaba ¡basta ya!...


Somos la generación perdida. Extraviada de nuestros sueños, por la falsaria verborrea de una casta política que ha hipotecado aquellos ideales con su mentira y el engaño de su ‘profesionalidad’. Absoluta falta de vergüenza a la hora de disfrazarse de demócratas, mientras dilapidan la supervivencia de una nación, un continente, un mundo, en la hoguera de sus propias miserias, su cobardía o la somera intención de salvar el culo a costa de ‘soliviantar’ el del obrero. Vuelta atrás en los tiempos. Resurrección y gloria en el cielo para los leprosos vestidos de mierdecillas con  cargo electo. Renacimiento del despotismo o la falsedad hacia la ciudadanía, en este teatrillo de títeres de la mediocridad. Verdugos con sarpullido de corrupción, que velan por la suerte de sus amos. Máscaras horripilantes en el baile de difuntos por un futuro tan negro. Ellos nos gobiernan. Ellos nos controlan. Ellos nos prohíben ser libres. Gobiernan la desgracia de una mayoría para generar más dividendos a la usura sempiterna. El dolor se hace infinito en la calles de un pueblo vendido, rendido, acuchillado por la mentira y la falta de valor de sus responsables.

 Al menos, en aquellos años de lucha, fuimos felices. Soñamos y creamos futuro para los nuestros. Duró escasos años el espejismo de libertad y democracia. Los buitres tenían todo ‘atado y bien atado’. Nada más dejarnos salir al sol para reconocer nuestro rostro y poder así ‘neutralizarnos’. Todo muy bien atado. Empatía entre camaradas que ponían su vida en manos del amigo o hermano de credo social. Se iba de frente, sin miedo, sin planes corrompidos por la codicia o segundas intenciones de felones y vende patrias. Todo cristalino y natural como la misma libertad que regaba nuestras venas. Ponerte en la piel del pueblo sometido, era la consigna primordial para actuar desde las barricadas: Unidos en la lucha, ¡No, no, no nos moverán!... y todo aquello.

Y, todo aquello, pasó. Y llegó el presunto estado del bienestar. El engaño que trajo nuevamente la malicia, la codicia y la zozobra implícita a perderlo todo. Surgieron los profetas del ‘Apocalipsis’. Vinieron los agoreros de la recesión. Los ‘zurre-sombras’. Las prédicas desde el púlpito del tenebroso capital tembloroso. La represión desde las alturas temerosas del grito sin bozal. La pérdida de libertades. Nunca fueron ciertas, solo hubo una teatralización del patio de butacas. Solo un guión para los crédulos o los adocenados ignorantes. Y ese grito de súplica y reivindicación pasó a ser una subversión. Un crimen contra la naturaleza del estado antinatural. Se ilegalizó la voz replicante como necesaria medida de estabilidad social. Como garante de su negocio para seguir explotando a borregos consumidores de mierda rebozada de derechos inalienables. Alienados y pisoteados en aras de una conveniencia en paz. Sin paz...

Y los llamaron ‘anti-sistema’. Terroristas, vándalos o profesionales del caos o el fin del mundo civilizado. Cuantos nombres para enmascarar tanta traición a la razón, y al ser humano. Y legislaron contra los ‘violentos’. Contra los ‘revolucionarios’ y los delincuentes organizados contra el bienamado sistema. Todo nuevamente atado y bien atado. Ataviados de atavíos para cubrir la lepra que galopa en sus cerebros, en sus ventajas, en su miedo a perder todo eso. Ya no visten de gris los cancerberos. Visten de políticos buenos, que nos salvan de los malvados s-obreros. Son recaderos bienmandados, son alimañas con legislación pactada y veneno añejo. Todo justificado por la paz y el orden en las cuentas de sus amos. Y ahí estamos. No han pasado los años. Seguimos siendo homínidos cavernarios. Ley del garrotazo. Ley de ordeno y mando, sencillamente. Nada de revoluciones que nosotros no financiemos. Sicopatología del conformismo y la avaricia sin fin. La nausea por bandera y por destino.

Hay un vacío. Varias generaciones sin argumento de reivindicación, salvo la apatía o el desencanto sin solución de continuidad. Ese canto perdido paliativo del desencanto, se echa de menos en estos años. Es la juventud sin anestesia. La savia que habrá de manar sin temor. La sangre que habrá de hervir en la conciencia sin maquillar. Es la revelación que habrá de instalarse en sus mentes entumecidas, ebrias de seudo libertad. Y lo están empezando a comprender. Están pariendo su propia lucha. Son el relevo gene-racional. El cambio de testigo que traen los tiempos. Son la semilla que se abre dentro de sus co-razones. Es la caída del telón que esta tragicomedia ha puesto ante sus ojos para desviar su mirada. Están ahí. ¡Sé que están ahí! Sé que van a responder. No defraudarán sus propias esperanzas de justa lid. Son ellos y ellas. Nuestros líderes, aún sin saberlo. La generación que habrá de crear un nuevo mundo. Una nueva esperanza para tod@s. Un nuevo camino de libertad. Es su momento, es su lugar, es la historia quien los reclama. Tengo la absoluta certeza en que cumplirán con ell@s mismos. Cumplirán con su humanidad.

"Las batallas hay que darlas, por el mero hecho de darlas"... Pero, en este caso, en esta crisis de moral desecada por la avaricia de unos pocos y un sistema en las últimas refriegas de irracionalidad, la batalla no solo está justificada sino que se plantea ineludible e inminente…

Salud y libertad

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