lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuento de navidad


“La dama de la sonrisa azul”
La noche era pastosa, densa como una ciénaga de mercurio helado, y sus vaharadas de pura escarcha no lo dejaban respirar. La noche era una nebulosa gélida e infernal. Un último cigarrillo antes de intentar, y seguramente no conseguir, dormir. Tenía que plantearse muy seriamente dejar de fumar, como en la canción. Pero eso sería mañana, cuando despertase de un enervante sopor fluorescente, revestido de aquel habitual compañero de corrosivo y virulento sudor.
Perdida la mirada en la distancia de una noche invernal, dejó vagar su imaginación más allá de los escasos viandantes que, tras una apoteósica velada de fin de siglo, de milenio, se recogían alicaídos y trastabillados hacia sus cálidos y confortables cubículos. Y entonces la vio. Caminaba cabizbaja, como perdida entre las sombras de sí misma. Una figura de mujer, que aparentaba ser cualquier cosa menos una dama. Un guiñapo de persona que se ocultaba de las miradas inexistentes, tratando de no ser descubierta por los ojos de la noche. Eso se notaba. Se notaba su ausencia en la desapacible madrugada exterior, aunque estuviese justo allí. Estaba allí, como dejando pasar la fría noche sin querer ser encontrada por la realidad. Un reflejo, muerto al nacer, de un rayo de luna negra.
La vio acercarse hasta los contenedores de basura del supermercado. No había nadie más; por lo general un puñado de harapientos: desechos sociales sin salvación, se disputaban aquellas “suculentas viandas”. Tiempos de crisis, pensó. Tiempos de crisis y de muy malas entrañas de algunas personas responsables de su irresponsabilidad, pero que nunca pagan sus culpas, ¡que leches! Detrás de cada historia de fracaso, siempre, se esconde alguna traición. Y esos barcos naufragados, errabundos van muriendo sin que nadie quiera darse cuenta. Se quedó mirándola, como embobado, nunca nadie había captado su atención de aquel modo. Era algo sin explicación, una parte desconocida del pensamiento de un hombre demolido, asomado a un aciago balcón interior en una noche de cáustica sinrazón. O, talvez, solo era la alucinación de una mente insomne, una imagen generada por un espejismo sonámbulo, mientras su cuerpo se resistía al trance reponedor. Pero ella estaba allí, de eso no había duda. Estaba alongada sobre sus pequeños pies, tratando de encontrar algún tesoro vital para sobrevivir una noche más. Y quizá tuviera algo de suerte. La suerte es tan jodidamente caprichosa. Quién sabe, quizá la suerte le sonriese aquella noche y volviera a su oscuro rincón del inframundo con algo para llenar su estómago pedigüeño, algo para calmar las dentelladas del voraz gusano que habitaba en su interior. ¡El hambre!, esa Tenia Solitaria que, agazapada entre los entresijos de la miseria, va devorando a sus portadores.
Pero la suerte no se encontraba operativa aquella noche, o estaba fuera de cobertura para aquella muchacha. Ciertamente, su vida debía estar bastante olvidada de la diosa fortuna, marginada por los entes protectores de la humanidad. Eso pensaba él, mientras una mueca de ironía, furtiva, se perfilaba entre sus labios. La suerte, la maldita suerte que se obstina en favorecer a los necios, los sandios, dejando en la estacada a quienes se merecen algo mínimamente mejor. ¡La puta suerte de los cojones! Él sabía demasiado sobre la suerte. La eterna mala suerte de la sonrisa azul…
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Sabía que encontraría algo. Era su noche afortunada -pensaba ella- en el fondo de aquel repulsivo contenedor de desperdicios se escondía su salvación. Sus ansias crecían hacía el frenesí, una demencial carrera contra la inanición y la muerte. Encontró lo que buscaba, una bolsa repleta de manzanas mohosas y casi podridas, y empezó a engullirlas con voracidad lastrada de varios días. Entonces se vio a si misma. Como si una cámara cenital le trasmitiera las imágenes desde lo alto, colándose en su mente. Y sintió asco, sintió repugnancia por ella misma. Vio un pobre guiñapo de mujer, y no se reconoció en aquella masa informe e infrahumana. Esa no soy yo –pensó- no puedo serlo, ¡es mentira! Mi mente confabula contra mi cordura. ¡No soy yo! ¡No soy yo! -Gritaba en sus adentros – No puede ser, dios mío, no puede ser- Y comenzó a llorar…
Tendida en el lúgubre manto de la miseria y revuelta entre desechos, desperdicios y restos de embalajes, lloraba con su llanto sin consuelo. Sus ojos no derramaban ni una sola lágrima, había gastado ya el cupo para toda una vida. No tenía lágrimas para derrochar en aquella noche coagulada como sorbete de champán  amargo, como la hiel de su vida. Se acurrucó entre unos raídos cartones buscando algo de intimidad, algo de calor para su alma desgarrada. Para su vida desgarrada. Una de tantas noches perdidas en el abismo, una de tantas y tantas singularidades atemporales en que había mutado su existencia. Una existencia peor que la de cualquier sarnoso gato callejero de la ciudad. Al menos ellos, gozaban de la compañía de sus colegas felinos que compartían las noches de hielo y de desértica ebriedad. Se arropó con unas lenguas estropajosas: sábanas de plástico rugoso, de esas que llevan pompas de aire. Las mismas que solía destripar, de forma irracional, cuando estaba de buen humor. Pero ahora no lo estaba, y malditas las ganas de jugar con las pompitas.
¿Quién me ha robado el mes de abril? La canción de Sabina se coló en su mente, como pintiparada para un momento de bajón dentro del infierno abismal en que había virado su tiempo. Me han robado algo más que el mes de abril –Continuó con sus sollozos- Me lo han robado todo: me han robado la ilusión, la alegría, la esperanza, ¡el corazón! Me han robado mi vida, ¡maldita sea! Como si un enorme mazo de machacar la carne (Esos que usan los cocineros y los carniceros para destrozar los tejidos fibrosos, los nervios, las venas y los tendones de la chicha), hubiera despanzurrado a conciencia mi risa, ¡mi alma! Ya no hay manera de volver a recomponerla. ¿En qué momento de mi vida me he quedé paralizada? ¿En qué instante se detuvo mi existencia? El mundo sigue adelante y yo estoy muerta en vida. Quisiera que se murieran todos, quedarme sola, sin nadie más. Calles solitarias, pero de verdad, y yo vagando por un mundo arrasado por el vacío. ¡Quiero estar sola! ¡Que se pudran en el infierno! Que el ángel exterminador acabe con toda la humanidad. Es lo mejor para todos, es la única salida. La salida más justa para mi insoportable sufrimiento. Que se mueran todos, o que ¡me muera yo! Al fin, es lo mismo. Si dejo de existir ellos dejaran de existir para mí, dejaran de ser jueces y verdugos de mis miserias…
Y entonces le vio… Estaba derrumbado sobre el balcón de un edificio al otro lado de la pequeña plaza. Algo hizo que sus ojos rebotasen hacia las alturas, quizá una súplica al creador. Y allí estaba él. Y le devolvía la mirada…
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         Nota del autor: “Solo tú, lector, puedes poner fin a esta historia. Solo tú, y lo que la misma haya hecho en tu corazón. Solo tú puedes crear un final u otro para esta trama. Drama, que vivimos sin ser conscientes, o sin querer serlo. Solo tú, lector, ¡solo tú!
        
¡FELIZ NAVIDAD, PARA TODAS LAS GENTES DE BUEN CORAZÓN!
Juan Sánchez – 20-12-2010

8 comentarios:

  1. Yo ya tengo mi final...

    Felices Fiestas y un año 2011 lleno de salud.

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  2. Hola J.

    pues yo...

    es que a ti te puedo engañar pero a mi no.

    yo..

    terminaría con esa mirada y nada mas, el cielo, las nubes, las estrellas, y sentir que bastante tenía el chico del balcón como para ayudar a nadie mas...

    al menos en esos momentos.

    y si ..

    J..

    estaría muy bien eso de y bajo y la acuno, y la ayudo, y la cuido...

    pero la realidad no suele ser así..

    por lo menos la mia.

    Un beso

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  3. Flamenco Rojo:

    Lo bueno de la historia, si es que hay algo bueno en ella, es que deja volar nuestros corazones, o eso pretende.... Espero que tu final este a la altura de tu corazón. Estoy seguro de que así será.
    FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NACIENTE.

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  4. Estrella:

    En realidad nadie habría se salvar a nadie, o, lo que es lo mismo, ambos habrías de ser salvados. Quizá, desde la distancia, ambos desean tanto sucumbir como ser salvados de su 'invierno'...
    En estos días de felicidad entre familia, hay mucha gente que vive la navidad desde la soledad más dolorosa y cruel. La historia en si, pretende poner de manifiesto el abandono silencioso de esas personas; sean hombres, mujeres, niños o ancianos. Salvarlos de su olvido, es salvarse uno mismo del helor en el propio corazón. Solidaridad, esa es justa la palabra...
    Besos, FELIZ NAVIDAD.

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  5. Conmovedor relato...salvarlos del olvido es que para parte del mundo al parecer son invisibles...prefirieren la comodidad de la ceguera voluntaria...que dar la mano y ayudar a veces se puede hacer tanto con poca cosas...pasa una Feliz Navidad ¡...besos

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  6. Nunca la mejor salida puede tener puerta de suicidio, menos aún de asesinato, a si que espero que los protagonistas no tengan oportunidad de concretar lo que estiman es lo menos doloroso. No basta con eso. Hay que apuntar a ser feliz.
    abrazos

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  7. Xiomara:
    Hay tantas personas solas durante todo el año, no solo en navidad. Tanto ser humano olvidado, 'los nadies', como dice Galeano. Si de algo peca esta sociedad es de insolidaria, egoista e hipócrita. En estas fechas se hace más necesario que nunca purgar esos pecados y compartir. Es tan sencillo...
    Besos. Feliz Navidad.

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  8. Neogéminis:
    No creo que en la mente de ninguno de ellos anide la desesperación extrema, solo desean ser, estar, vivir como seres humanos. Sus gritos de rabia y desencanto esconden unas inmensas ganas de ser felices. Pero el azar juega malas pasadas, el reparto de roles en este teatro llamado mundo, es muy cruel en la elección de los actores, y suele dar rosas a los 'cerdos'...
    La felicidad es tan fugaz, tan efímera, que cuando nos venimos a dar cuenta ya se ha volatilizado. Hay que apuntar a ser feliz, claro, pero antes hay que saber serlo... 'No es oro todo lo que reluce'
    Besos y Feliz Navidad.

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Muchas gracias. JSP 3.0

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