viernes, 5 de noviembre de 2010

El cazador de sueños

(Obra de César Abolafio)

“El cazador de sueños”

    
“Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto”. (F. García Lorca)
Así, dormido, así te he de recordar. No has muerto, nunca. Jamás. Tú no, los buenos nunca mueren. ¿Sabes, César? Los buenos como tú, nunca nos dejan solos. Me decías, me preguntabas… ¿Por qué, por qué a mi?, Juan, por qué me tiene que pasar precisamente a mí: toda mi vida sufriendo, toda mi corta existencia de dolor en dolor, y ahora esto… Y yo no sabía, no podía responderte. Es algo superior a nosotros, te dije, algo que no podemos controlar. No, no te diré que la vida es así, pues no lo es. La vida es un extraño juego de miedo y felicidad. Ausencias y recodos del camino donde nos movemos torpemente, como tullidos del corazón. O, eso creo. Pero, quizá, tampoco sea eso. No sé, algo dijiste en un momento de bajón. En esos momentos que nos hacen ‘ver’ por encima de las miserias que arrastramos a diario. Dijiste que habías encontrado la verdadera razón del existir, y esa razón era el AMOR. Con mayúsculas, si, con toda la capacidad que tiene el alma humana de entregarse sin condición. Solo, en tu dolor, decías que amar es la única y lógica razón del existir… Que el amor atrae más y más amor. Que la lucha diaria es con la espada, y esa ‘espada’ es el sentimiento. Soy un guerrero del corazón… Tú, que llevabas el corazón con muletas, con maletas para el largo viaje en la puerta de tu habitación. Tú, ya habías emprendido ese camino, el eterno sendero de la sabiduría, ese que solo los grandes seres humanos llegan ha conocer. Y yo, pobre de mí, me desarmaba con cada palabra tuya, con cada mirada plena de fortaleza, de unas ganas inmensas de vivir. Y me preguntaba, por qué a ti, por qué a este chaval que apenas comienza a caminar. Eso me hacia revelarme dentro de mi. Pensar en tanto hijo de Satanás suelto por el mundo, y te tocaba a ti bailar con la más fea… Pero ‘la muerte’ es mi amiga, -dijiste una tarde-, yo no la veo fea, no me da miedo, es mi amiga. Aún no viene a por mí, sabe que tengo muchas cosas por hacer, lo sabe y me deja tiempo para hacerlas. No me da miedo, es mi amiga… Yo quería creerte, deseaba creerte, deseaba que esa muerte se distanciara, se alejara hasta diluirse en el olvido de la muerte misma, que tuviera amnesia de ti, que se girase y fijara su mirada en algún hijo de perra de los muchos que le roban la vida a personas como tú. Pero la muerte ya había decidido, a pesar de ti, a pesar de todos, a pesar de ella misma. Una muerte injusta… Morir es no vivir, -decías-, no vivir a plena potencia. A tope de nuestras posibilidades. Una muerte injusta, una vida injusta… Espero que no sea así. Yo sé que no ha sido así. Una vida llena de ganas de ser feliz es una vida realizada, eso creo. Pero morir tan joven. Quizá no importa el tiempo vivido. Quizá lo que ‘pesa’ es la densidad de ese tiempo. Pero, tú, no tuviste esa posibilidad. El tiempo justo de conocer la belleza, el amor, y la injusticia de una guadaña en el quicio de tu puerta. Una palangana para escupir tus pulmones dentro de ella, e ir muriendo en cada arcada de tu alma. Poco tiempo para saber de la vida, pero la vida si supo de ti… ¿Sabes? –Decías- Se me van las fuerzas, la vida, en cada palabra, en cada bocanada de aire que dejo salir de mi interior. Sabes, Juan, vivir no es tan difícil… y lo decías como si tal cosa. A mí, a quién quiso poner fin a su existencia. No es justo, ¡coño! Nada justo. Esas palabras… no puedo seguir oyendo esas palabras de tu boca. ¡Que lección de vida! Un enfermo terminal dando ánimos a un ridículo depresivo. ¡Manda Güevos César! ¿Cómo pagarte esta magistral lección vital? Solo se me ocurre compartirla con todo aquel que quiera escuchar. Sé que te gustaría eso. Sé que, incluso, haríamos planes para cualquier creación artística con dicha idea. Y qué mierda de vida perra, tú te vas y yo me he de quedar. No es justo, no… Tengo miedo, -decías la última vez que te vi- no, miedo no es la palabra, me siento impotente aquí enchufado a estos tubos, no me puedo mover, no tengo fuerzas, empiezo a dudar. Quizá si sea miedo… Pero no lo era, estoy seguro de ello. Solo era rebelión contra la ‘inmovilidad’ impuesta por la enfermedad. Miedo no. Sé que no había miedo en ti. ¿No te irás a derrotar ahora después de tanto camino andado?, -comenté- de tanta lucha ganada… No es derrota –contestaste- es atrofia de posibilidades, es cansancio, angustia por esta indecisión de la realidad… Y la vida te salía a borbotones en cada mirada, en cada expresión que se clavaba en mi cara. Tenemos mucho que hacer aún –te dije- tenemos muchas proyectos por realizar, tú más que yo, ya voy para viejo. Y sonreías, con unos ojos orlados por la muerte traidora. Pero sonreías. Otra cara del final, la tuya. Supiste poner otra cara a la muerte, la cara de quién no se conforma con el destino fatal y lucha hasta el fin. Intuías ese fin y te amoldabas a la decisión ya tomada, pero nunca con derrota en tu mirada, ni en tu corazón. Todo lo contrario, con la cara muy alta y expectante ante el futuro… La vida empieza ahora –dijiste- a partir de ahora se abre un nuevo ciclo, una nueva andadura, un nuevo camino. Espero que sea algo más grato conmigo… Y así lo creo, eres de los buenos, de los merecedores del cielo. Si tal cosa existe. Si tal idea se pudiera expresar sin condición terrenal, ese cielo sería un universo de posibilidades por descubrir, de ideas por realizar, de argumentos por esgrimir, de sueños por cazar. Sabes, César, ese es tu cielo. El cielo de aquellos que nos dejan la gran sabiduría de haber pasado por este mundo dando todo a cambio de casi nada. Y ese ‘casi’ se llenaba con un buen rato entre amigos, con una ilusión compartida, con una imagen robada a perpetuidad a esta esquiva realidad. No lloraré por ti, sé que no te gustaría. Sé que algún día la gente entenderá, al fin, la verdadera razón de estar en esta tierra de justos e injustos finales, de mundos dentro de personas como tú, de vidas regaladas y de muertes por impugnar. Sabes, César, aún hay muchos sueños por cazar…

“A César Abolafio, un buen amigo”

Juan Sánchez – 4-11-2010

10 comentarios:

  1. Anónimo5:39

    hola buenos dias o noches...me perdí por el horario...gracias por estar por allí...todo va mejor,mucho mejor,ya falta menos para llegar a la operación y saldré corriendo, a caminar hasta el polo,si fuera necesario
    la palabra,es una convención, esto es indiscutoble, sin el sustento de la emoción que sería pues...aca hay palabras de emociones profundas,que me hacen pensar,inteligentemente, de tu parte...
    gracias por compartir!muchas gracias
    lidia-la escriba

    ResponderEliminar
  2. Hermoso homenaje ,Juan...Mi mas sincero afecto y un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Cuando vi anoche, antes de acostarme, la entrada, la leí muy por encima, el sueño me derribaba sobre la mesa.
    Ahora que he encontrado un hueco de quietud y silencio, la he releído con la calma que se merece. Ojalá que también haya sido con la profundidad debida.
    El texto me parece maravilloso, sincero, repleto de ternura y de dolor, aunque también de esperanza.
    Desde esta meseta, envuelta en luz estos días, te doy un poco de solidaridad en estos duros momentos. Sé que es muy poco, pero...
    Es un texto para pensar, para situarnos en el umbral y otear el horizonte.
    Sí, AMAR es la respuesta. La única que se me ocurre.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Te confieso que vengo a tu casa virtual recomendado por mi amigo Amando Carabias…Primero le doy las gracias a él por haberme alertado de esta entrada y en segundo lugar felicitarte a ti por el texto, que aunque va dirigido a un amigo nos hace reflexionar a los demás…Efectivamente aún hay muchos sueños por cazar…

    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Mil gracias a tod@s por vuestro arropo y camaradería en estos momentos de doloroso vacío...
    Abrazos para tod@s.

    ResponderEliminar
  6. Hola. Llegué desde otro blog, para ser sincera ya no me acuerdo bien desde cual, pero llegué... y me quedé encantada de conocer éste.
    Me voy a alojar entre tus seguidores.
    Te invito a conocer los mios, será un placer verte por alli.
    Un abrazo desde Ciudad de Buenos Aires

    ResponderEliminar
  7. Anónimo0:27

    AMIGO,HABRÁ ALGO QUE DE VERDAD NO SE,LA PARCA PASÓ TANTO ESTOS DÍAS POR MI COLATERAL VIDA, QUE YA ME ASUSTO MUCHO,PERO MUCHO...ESPERO QUE NO HAYA SIDO ESTA CUESTIÓN...NO ME GUSTA, SERÉ POLVO...QUE SE YO!
    UN ABRAZO ENORME
    GRACIAS POR COMENTAR
    UN ABRAZO
    LIDIA-LA ESCRIBA

    ResponderEliminar
  8. Lidia:
    Mil gracias por tu calor humano.
    Besos.

    ResponderEliminar
  9. “La vida es un extraño juego de miedo y felicidad”...la vida es un reto constante que quiere menoscabar el amor y la fe...es difícil entregar la vestidura del mundo...pero la muerte es solo otro paso que debemos dar...sabes a veces los que más sufren lo que la vida los arrincona son los que despiertan más aprisa a la conciencia y nos damos cuenta que vinimos a amar...a vivir con intensidad el tiempo es algo relativo... somos pulsaciones de amor ...y eso tu sabes bien no tiene fin ...así que cesar estará feliz que compartas su sentir y bendice el tiempo que estuvieron juntos ...besos

    ResponderEliminar
  10. Xiomara:
    Cuanta razón tienen tus palabras, y cuanto amor. Eso mismo me enseñó este joven que tanto amó la vida. Al final de sus días me hizo el mejor regalo que se puede ofrecer a un ser humano: la certeza de la efímera temporalidad de nuestro paso por este mundo. De ello, solo se puede sacar una irrefutable consecuencia: ¡AMAR! Solo este ejercicio de entrega absoluta, puede dar sentido a nuestro tiempo.
    Mil gracias por tu cariño. Besos.

    ResponderEliminar

Muchas gracias. JSP 3.0

NOTAS

The End.. "Pincha el enlace"