martes, 13 de julio de 2010

Rey Sadím

"Rey Sadím"

Hay personas a quienes las ratas les paren conejos. Y otras cuyas manos mejor se las hubiese comido un cerdo, pues todo lo que tocan se convierte, por trasmutación directa de la materia, en mera porquería.

La codicia llevada al punto más extremo de la aberración humana ciega de tal forma, que impide atender cualquier manifestación de la realidad ajena al propio mundo de gráficos e indicadores del balance del bolsillo. En ese inframundo numérico nadan como peces en una balsa de inmundicia, todos aquellos seres alienados por el tacto del papel moneda, que les trasmite un retrovirus capaz de controlar cada divagación de sus mentes, encadenadas a la voz de su amo: el más crudo y duro materialismo.

Ellos/as a su vez, piensan estar en la cima del mundo. Piensan que tener al planeta cogido por los ‘güevos’, compensa de la incomprensión y las críticas del mísero e ignorante populacho. Creen que a sus alturas, jamás, habrá de llegar la necesidad, la mendicidad, la ruina. Saben que todo lo que tocan se convierte en dorada irrealidad, en perfume de orquídea anestesiada o noches de satén desgarrado. Incluso, miran hacia nosotros con repugnancia heredada y desmanes de artificiosos triunfadores muy alejados de barrizal de los de abajo.

Pero, los tiempos cambian que es una barbaridad. Y aunque ellos piensen que sus posicionamientos sociales impiden revuelta alguna de la plebe, no están preparados para afrontar una lucha en las trincheras de los corazones humanos. De eso poco conocen y menos estudian en el oropel de esas facultades forjadoras de seres sin entrañas. Al pueblo no le hace falta ni títulos nobiliarios ni armas, para poner en marcha su revolución. La rebelión que habrá de desenmascarar a los farsantes, los avarientos y los lameculos. Todos ellos esclavos de ese poderoso caballero: ‘don dinero’. La sencillez natural del ser humano no ha necesidad de aditamentos dinerarios para completar el sendero de una existencia. Aunque nos hayan inyectado todo lo contrario, corrompiendo nuestras vidas asegurando, así, la ociosidad y el lujo de esa élite de los muy pocos. Cada vez menos.

La razón desconoce los motivos del corazón. Y esos patizambos de la codicia internacional perdieron sus sentimientos en aquel baile principesco, llamado banco mundial de la inmundicia, donde cada cual y pascual se repartió y se reparte la tajada de mierda correspondiente a su parcela de influencia… O, lo que viene a ser lo mismo, entre perros sarnosos anda el jueguecito de repartirse el mundo, y a sus habitantes que les vayan dando mucho por allí. Pero el orbe, este mundo de múltiples realidades coexistiendo en paralelo, sin conexión alguna hasta hace muy pocos años, ha entrado en la era de la existencia virtual. Y universal.

El nuevo milenio ha traído bajo del brazo una gigantesca hogaza pan llamada Internet. Internet, le red, la Web, o como mejor os parezca nombrarlo, ofrece la insólita oportunidad en la historia humana, de conectar pueblos, culturas, gentes y corazones desde sus más remotos asentamientos. Abre un inmenso abanico de posibilidades y oportunidades para la comunicación entre los hombres y mujeres de este planeta. Que, dicho sea de paso, ansiaban dicha integración global de pensamiento y sentir más profundo de todos ellos. Es el albor de una conciencia y presencia planetaria dentro de un espacio común en completa libertad. De momento. Y pienso que es un fenómeno imparable, las zancadillas del poder se diluyen en le red, o son derivadas a evidentes diques secos, no visitados por ningún navegante concienciado.

Este es el indescriptible milagro de la red: sumar ideas y soluciones para cambiar el curso de esta humanidad perdida en la ausencia de sus propios valores. Abocada al cataclismo por la avaricia de unos enanos mentales, que necesitan fajos de billetes para sobresalir al resto de sus congéneres. Y aún así, no destacan más que por sus estruendosos fracasos económicos que son purgados por los de siempre, esto es, nosotros, los más modestos y menos podridos como persona.

El rey Midas. Dicen que convertía todo lo que tocaba en oro puro. Incluso a sus seres queridos y alimentos. Así le fue. Asistimos a un experimento similar, pero con ciertos matices diferenciales de inversa aplicación. Los ‘reyes’ de hoy se habrían de llamar Sadím. Podéis verlos en acción en los medios, en los parlamentos, en sus cumbres borrascosas del G-Shit, el Fondo de Mierdas Internacional, el G-mucha más Shit… Y ya sabéis, todo lo que tocan se transforma en pura inmundicia.

Saludos para casi tod@s.



JSP 2.1 – 13/7/2010




Juan Sánchez - El provincial

JSP 2.1 - 13-7-2010

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