viernes, 19 de marzo de 2010

Nos vamos a la "M"

Nos vamos a la “M”

Por más que miro y remiro, por más que busco y requeterebusco, no encuentro un ápice de optimismo o solución para esta depresión galopante en la que estamos inmersos todos los españolitos de a pié, claro. Otra cosa bien distinta es mirar hacia las alturas (Bajuras morales) de ‘los políticos’ entendidos como un cierto género de caraduras rastrojeros que medran en sus vidas públicas y privadas a costa de ‘embaucar’ al ciudadano.

Harto hartito estoy de oír hablar de esta crisis. Hastiado y asqueado de tanta mentira y tanto como dan por saco a la pobre gente de este país aquellos que se autonombran y publicitan como salvadores patrios. La hipocresía con letras de neón que nos están metiendo hasta en la sopa, solo hace más dolorosa la situación para aquellos que acertamos a ver dentro de la mente de esos usurpadores de la soberanía del pueblo llamados políticos, que se pasan la vida pública mirándose el ombligo de sus intereses personales, obviando, por decreto, los intereses y las necesidades del pueblo.

Nos vamos a la mierda. De seguir como hasta ahora, no me cabe la menor duda de que todo este tinglado llamado España, se va a tomar por saco. Todo, excepto, claro está, sus señorías bien apoltronadas en sus escaños parlamentarios, mirando hacia el lado más irreal de la sociedad española o, lo que es lo mismo, hacia sus alucinantes dominios de esa comarca leonesa conocida como: ‘Babia’. La irrealidad de sus pretensiones, sus cálculos, sus estudios para paliar este cáncer contraído por nuestra sociedad, se asemejan a los de aquel lumbreras (Ingeniero aeroespacial de la NASA, supongo) que intentó con ahínco, empecinamiento y frenesí asar la manteca. Pero ellos, nuestros políticos, en sus tertulias cafeteras que nosotros llamamos sesiones parlamentarias, se dedican a jugar al escondite con los ciudadanos o, lo que sería mucho peor, a competir en frenéticas y alocadas carreras de galgos en caza y captura de esa codiciada liebre conocida por todos como presupuestos generales del estado. Ahí quería llegar: alcanzar al lebrel que pretende cazar al ciudadano. O algo así.

Un gobernante es un administrador de los bienes patrios, de las arcas que pertenecen a todos los ciudadanos (Y no a ellos, eso suelen olvidarlo casi siempre, bueno, siempre). Un gobernante administra los bienes públicos considerando la mejor opción para la gran mayoría del pueblo. Un gobernante trata de sacar el mejor partido, su responsabilidad social así se lo demanda, a las perricas que todos aportamos para poder vivir en una sociedad con las mínimas garantías de bienestar y progreso que nos hagan confiar en un futuro bonancible para nosotros y nuestra prole.

Un estadista es algo completa y diametralmente opuesto al mero administrador del bien público llamado ‘gobernante’. Un estadista tiene, ante todo, una visión global de mucho calado y temporalidad, y una capacidad decisoria que compete a la continuidad social y a su tejido económico más allá de su mandato, más allá de sus obligaciones juradas en la toma de posesión de su cargo. Un estadista es un programador de sociedades, un planificador de futuro. No un pega-chicles, o un chapucero de palo y pedrá, que dice solucionar las cosas usando palicos y cañicas. Aquello de “mantente mientras cobro”, o dura mi legislatura.

Un jefe de estado, el presidente de una nación y de un gabinete ministerial, no puede y no debe gobernar para satisfacer los intereses de una ridícula minoría con un peso específico muy denso en la economía del país, y olvidar a la inmensa mayoría de los ciudadanos que las están pasando muy jodidas gracias a las codiciosas maniobras de esa minoría tan influyente. Un estadista nunca, ¡nunca lo haría! Pero nosotros no tenemos un estadista en la Moncloa, tenemos un mero administrativo que dirige este país al dictado de sus superiores en la jerarquía política (Su partido) y sus condicionantes financieros (La banca).

Y luego pasa lo que pasa, lo que está pasando: los problemas se solucionan aplazándolos, hasta que llegue otro ‘mindango’ que prometa solucionarlos (Cosa que nunca hará). Porque no tenemos un verdadero político social que ponga a cada cual en el lugar que le corresponde y que mire, ante todo, por el futuro de estos cuarenta y pico millones de personas que viven en este desmadre patrio llamado España. Y lo que más llama mi atención, es que el partido que pretende gobernar (Es un decir) se llama, según sus siglas, SOCIALISTA, OBRERO Y ESPAÑOL, ¡manda cojones pépe! Si, pero la alternativa también manda romana. P.P, pépe, pepito, pepete, tócate el oje… ¡Sangre gorda! Lo que yo te diga. Esto ya es rizar el rizo de la tomadura de pelo generalizada. La geta más grade jamás conocida y la mersa más abultada de la que puede alardear un gobernante o su oposición política (Mismo perros, diferentes collares). Si Pablo Iglesias levantase la cabeza…

Cinco millones de parados, casi, y a este presidente fresita-light solo se le ocurre subir los impuestos, los combustibles, la energía, y todos aquellos productos de obligado y necesario consumo para esos millones de familias que las están pasando más canutas que Robinsón Crusoe en su remota isla. Al mismo tiempo, se recortan descaradamente las ayudas y subvenciones sociales, se ralentizan los proyectos de apoyo y amparo de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, etc. Como el famoso náufrago, estamos todos perdidos de nuestros gobernantes, estupefactos e incrédulos ante sus demenciales decisiones políticas y sociales, cabreados como una mona por tener que sufrir la falta de ‘pelendengues’ de nuestro presidente. En fin, un panorama acojonante –De acojonarse-, pero carente del par de cojones necesarios donde debiera haberlos: La Moncloa y su anfitrión, olvidadizo de su cometido y su juramento a la nación. Y la nación somos todos, no solo los jerifaltes y sus fructíferos negocietes guarecidos por papa gobierno.

Entre tanto, la mitad de nuestros jóvenes están en paro, el sistema agrario se ha ido a tomar por saco, los autónomos han dejado de existir, el tejido industrial roza la precariedad, los turistas han huido, etc. Pero el aparato del estado sigue funcionando cual imparable locomotora loca por arroyar al ciudadano. Hay que recaudar como sea y a costa de quien sea. El monstruo administrativo cruel y descontrolado que se retroalimenta de si mismo, viciado por esa gula desquiciante que trata de justificar una supuesta estabilidad social, pasando, irremediablemente, por el exponencial crecimiento de la propia maquinaria de administrar y gobernar. Y eso, según ellos, ha de arreglarlo todo. ¡Manda güevos!

JSP 2.1 19-3-2010

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