sábado, 25 de julio de 2009

La Dama de la sonrisa azul - 1


“La dama de la sonrisa azul”

La noche era pastosa, densa como una ciénaga de mercurio, y un asfixiante calor no lo dejaba respirar. La noche era una nebulosa pegajosa e infernal. Un último cigarrillo antes de intentar, y seguramente no conseguir, dormir. Tenía que plantearse muy seriamente dejar de fumar, como en la canción. Pero eso sería mañana, cuando despertase de un enervante sopor, envuelto por una atmósfera de corrosivo y virulento sudor.

Perdida la mirada entre el misterio de una noche estival, dejó vagar su imaginación más allá de los escasos viandantes que, tras una velada de farra, se recogían alicaídos y dubitantes hasta sus perecederos cubículos vacacionales. Y entonces la vio. Caminaba cabizbaja, como perdida entre las sombras de sí misma. Una figura de mujer, que aparentaba ser cualquier cosa menos una mujer; un guiñapo de persona que se ocultaba de las miradas inexistentes, tratando de no ser descubierta por nadie. Eso se notaba, se notaba su ausencia entre la asfixiante atmósfera. Estaba allí, como dejando pasar la noche sin querer ser encontrada por la realidad. Un reflejo, muerto al nacer, de un rayo de luna negra.

La vio acercarse hasta los contenedores de basura del supermercado. No había nadie mas, por lo general un puñado de harapientos, desechos sociales sin salvación, se disputaban aquellas “suculentas viandas”. Tiempos de crisis, pensó. Tiempos de crisis y de muy malas entrañas de algunas personas, ¡que leches!. Detrás de cada historia de fracaso, siempre se esconde alguna traición. Y esos barcos naufragados, errabundos van muriendo sin que nadie se de cuenta. Se quedó mirándola, como embobado, nunca nadie había captado su atención de aquel modo, era algo sin explicación, una parte desconocida del pensamiento de un hombre triste, asomado a un triste balcón en una noche de pringosa desazón. O, talvez, solo era la alucinación de una mente insomne, una imagen generada por su imaginación sonámbula, mientras su cuerpo se resistía al trance reponedor. Pero ella estaba allí, de eso no había duda. Estaba alongada sobre sus pequeños pies, tratando de encontrar un tesoro vital para sobrevivir una noche más. Y quizá tuviera algo de suerte. La suerte es tan jodidamente caprichosa, quién sabe, quizá la suerte le sonriese aquella noche y volviera a su oscuro rincón del inframundo con algo para llenar su estómago pedigüeño, algo para calmar el voraz gusano que habitaba en su interior. ‘El hambre’, esa Tenia Solitaria que, agazapada entre los entresijos de la miseria, trata de devorar a sus portadores.

Pero la suerte no se encontraba operativa aquella noche, o estaba fuera de cobertura para aquella muchacha. Ciertamente su vida debía estar bastante olvidada de la diosa fortuna, marginada por los entes protectores de la humanidad. Eso pensaba él, mientras una mueca de ironía se perfiló furtiva entre sus labios. La suerte, la maldita suerte que se empeña en favoracer a los necios, a los sandios, dejando en la estacada a quienes se merecen algo mínimamente mejor. ¡La puta suerte de los cojones!. Él sabía demasiado sobre la suerte. La eterna mala suerte de la sonrisa azul…

J.S.P - 2009

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