martes, 21 de abril de 2009

La noche de los cristales rotos II


‘La noche de los cristales rotos II’

- Dicebamus hesterna die… (Decíamos ayer… Según, Fray Luís de León)

La verdad, tratar estos temas tan escabrosos, tan desagradables, tan ocultos o políticamente incorrectos como es el siempre eludido problema de la xenofobia, el racismo o los prejuicios sociales derivados y emanados desde la incomprensión, la diferencia cultural o, simplemente, el malestar irascible de nuestros convecinos hacia esas etnias diferentes a nuestras tradiciones, usos y costumbres, nos ponen los pelos de punta con solo pensar en las consecuencias que este caldo de cultivo podría provocar.

Estas cosas se sabe como empiezan, pero nunca como van a terminar. Doctrinas surgidas desde el malestar social y aprovechadas por ciertos elementos sibilinos, o por movimientos de posicionamiento de poder, clanes, o conjuras políticas de la más baja estofa, que buscan, siempre desde la sombra, medrar en los escalafones sociales y, en último extremo, acceder al gobierno y la manipulación del pueblo. Por ello, me afectan tanto esas oscuras maniobras de modelación de la opinión pública, esas estratagemas de ingeniería social que solo tratan de utilizar a la gente sencilla de este, u otro país cualquiera, para impúdico provecho propio.

La historia está llena de estas sucias artimañas orquestadas desde la más absoluta inmundicia moral, también conocidas como campañas políticas. Desde siempre se han utilizado, de la manera más rastrera, a las pobres gentes sencillas, ingenuas, desinformadas o amedrentadas por sus circunstancias personales, sociales o de supervivencia primaria para jugar con ellos a la falsa democracia. Eso son ciertos Sres. Políticos, unos jugadores que se reparten el suculento pastel del poder, y los inmensos bocados de riqueza que lleva aparejados. Ninguno de ellos, (Al menos, ninguno de los actuales) se mueve llevado por unos inquebrantables principios éticos o sociales. La falsa idea de la ayuda, gestión y búsqueda del bienestar social, la sarcástica milonga de mejorar nuestra calidad de vida, se quedan en el olvido más lejano a sus intenciones, una vez pasada y superada la prueba de unas seudo-elecciones democráticas. El poder, todo por y para el poder. Todo vale, todo es lícito, todo está justificado cuando de acceder al gobierno de un pueblo se trata el juego (Y, por supuesto, al manejo de la ingente cantidad de cuartos que supone ejercer de líder político en una nación). ¿O no?

Los salvadores de la patria, próceres o guías nacionales, continentales o, incluso, universales. Su desfachatez no conoce de pudores, de vergüenzas o mesura, cuando de mentir al pueblo se trata. Y para ello, toman buena nota de los males sociales más acuciantes, de las miserias del pueblo, de las carencias más presentes o inmediatas y, enarbolando los pendones de su indiscutible panacea política, se autoerigen en líderes mesiánicos o en el mismísimo ‘San Jorge’, aniquilador de la supuesta bestia draconiana, que amenaza al ciudadano.

Ese es el enorme riesgo que corremos al hacer oídos empáticos a sus mensajes y discursos. Nos hipnotizan con sus peroratas, sobradamente estudiadas para calar en los sentimientos de la ciudadanía, y una vez conseguidos los adeptos necesarios a su causa (O lo que es lo mismo, la mayoría parlamentaria), ejecutan sus siniestros planes poniendo en marcha la maquinaria de destrucción de las libertades y derechos básicos del pueblo.

No digo que en nuestro caso, en nuestra nación, en nuestra sacrosanta comunidad europea, se puedan poner en marcha dichos planes xenófobos y antidemocráticos. Creo que, en nuestras circunstancias actuales, en nuestro mundo ultramoderno de información on-line sería bastante improbable que surgiese y calase en la sociedad un movimiento de este corte reaccionario e involucionista. Pero, desgraciadamente, los tiempos se repiten sin que sepamos sacar una rotunda lección de nuestros errores pasados. Ya lo decía la famosa zarzuela: ‘Y es que los tiempos adelantan que es una barbaridad’. Eso era a finales del siglo diecinueve, ha llovido largo y tendido desde entonces, pero esta raza de inconscientes que somos los humanos no solemos hacer nuestros deberes, y siempre termina por pillarnos el toro de la apatía, la desidia y el decir que los hagan ellos, para eso cobran de nuestros bolsillos, que lo solucionen los políticos. ¡Y así nos va!

Un apunte al margen, para que quién quiera se lo curre un poquito, y piense. ¿No os parece un tanto significativo, que cada vez surjan más movimientos de ultra derecha, y que dichos movimientos cuenten, cada día más, con una creciente simpatía de los ciudadanos? ¿No es extraño, dado el mundo súper-moderno y chachi guay del paraguay en el que vivimos los occidentales, que los antiguos votantes de partidos democráticos se decantes ahora por tendencias ultra-conservadoras? ¿Nadie se ha dado cuenta que los discursos racistas y retrógrados, que no hace muchos años llevaron a Europa a la hecatombe de la segunda guerra mundial, son los mismos que se usan en las actuales campañas electorales de esos fanáticos partidos reaccionarios, pero adaptados a nuestro mundo y nuestros momentos?

De todas maneras, siempre quedará en el aire la eterna pregunta: ¿Existe en el universo una raza de seres más rastrera que los políticos?, ¿Hay, quizá, alguna especie más predadora, zángana, interesada, trapacera, aranera y nefasta para el pueblo que los políticos?, ¿Campa por el universo algún gremio más infecto de codicia, egoísmo, cerrazón, despotismo y endiosamiento que los políticos?.

Como decía mi abuelo paterno Juan Sánchez (Un sencillo, genuino y genial güertano de los que van quedando muy pocos. Casi ninguno):

- Tú a tus crillas y tus cosicas, nene. ¡La política pá los políticos!

Y que razón tenía…….

J.S.P – 15-4-2009

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