sábado, 21 de marzo de 2009

'Los que escarban...'



“Los que escarban en el culo”

Hay gentecilla, (Por llamarlos de algún modo, y por no decir simplemente “basura”), que no tienen bastante con remover la porquería, ¡noooooo!, y se dedican a escarbar en los ojetes ajenos hasta encontrar la poca mierda que en ellos, inopinadamente, se ubica. Y de no hallarla, “cariñosamente”, se la inventan.

Lo de escarbar en el culo impropio es una moda que, surgiendo en los medios de comunicación con los tintes de la más execrable amarillez, se ha instalado en nuestras vidas sin saber la manera de erradicar esa “bonita” costumbre de aquello tan famoso: “Calumnia, calumnia que algo queda”. Y hemos hecho de tal usanza una religión con toda su liturgia, escenario, aditamentos y vestuario diseñados para tan 'loable' entretenimiento.

La cosa empieza cuando, por hache o por be, sale a la superficie de nuestra sociedad un trivial comentario sobre tal o cual personaje, personajillo, cuñado putativo de un personaje, lameculillos de un personajillo, ¡Basta! Lo del/la mindang@ es lo de menos, lo importante es lo que viene tras poner en la diana a la siguiente víctima de nuestras vergonzosas refocilaciones. Así da comienzo el maquiavélico juego de los desmanes sibilinamente ilustrados y las vendettas más crueles y encarnizadas: “El cotilleo”.

¿Qué sería de nosotros, de nuestra piel de toro, de nuestra cultura, de nuestros ancestros que claman al cielo?, sin el bendito comadreo de los corrillos sanjuaneros aposentados en una desvencijada silla de anea, en las aceras aledañas a nuestra casa. ¡Ah!, casi puedo verl@s: pañuelos enlutados en las cabezas de ellas, costrosas boinas capadas guareciendo las presuntas ideas de ellos, (¡que estampa tan entrañable!), mientras esperan el paso de los yanquis norteamericanos (Porque hay Yanquis de muchas nacionalidades. Bienvenido, Mister Marsall), por su pueblucho olvidado de la más profunda de las Españas. Y el mencionado pueblucho, muy bien podría ser un barrio arrabalero del Madrid capitalino, o una aldea Gallega embutida en una “Fraga”, con su bandido <<Fendetestas>> y todo, o un secarral de la muy extrema Extremadura, o también podría decir, ¿por qué no?, la Villa donde ve la luz este artículo. Pero no lo voy a decir por no herir las extrasensibles y agrias susceptibilidades.

Los caminos de la habladuría y las descalificaciones personales son inescrutables, no entienden de témporas, ni de espacios concretos, es algo que traspasa las fronteras y, ante todo, la razón del ser humano. Lo que no saben quienes se dedican al escarnio y el alfilerazo malicioso, es que esa, vamos a decir, afición, por no decir mala sangre, es una calle de doble sentido, y que donde las dan las toman, y, parafraseando a ese gran humanista: “Jesús de Nazaret”:'Hay quien busca la paja en el ojo ajeno, sin ver el camello en el suyo propio'

Pero bueno, como siempre, me voy por la espesura del follaje y me olvido que son solo Hojas que bate el viento, que lo importante es el tronco del árbol y las raíces que alimentan dicha emética moda de orígenes incunables.

Es como si lleváramos en nuestras venas, en nuestros genes, el estigma de la burla, la mofa, el menosprecio hacia los demás, sobre todo, si nuestros congéneres tienen la desgracia de destacar por encima de la masa aborregada, a la que, inevitablemente, pertenecemos, con su triunfo, la fortuna, el éxito, la suerte, o todo lo contrario. “La Virgen solo se le aparece a los tontos y los pastores”, eso decimos, no sin sentir un nudo ácido en nuestras entrañas. Y ese nudo, ¿tal vez, quizá, pudiera ser que se llamase envidia?: El histórico y patrimonial pecado nacional. ¿Tú que opinas, supuesto lector?, ¿llevo o no llevo razón?, ¡pues eso!

Las cadenas de televisión se infunden de un mal entendido espíritu competitivo y guerrero, una contienda para ver quien es capaz de contar la historia más escandalosa, más vulgar, más vomitiva, más sensacionalista, una carrera contra el ciudadano víctima de la codicia por los índices de audiencia. Pero no son esos entes mediáticos los culpables de la ignominiosa y pestilente inmundicia que asalta nuestros hogares, ni muchísimo menos. Son solo el producto del libre mercado, una demanda de carroña televisiva que ha de tener un eco inmediato en esas empresas que son las cadenas de televisión. ¡No olvidemos eso!, son empresas que miran por sus beneficios, por el engrose de las cuentas corrientes de sus accionistas, y actúan en consecuencia. ¿Que el público demanda carnaza y vómitos de rata?, pues toma dos tazas.

Y de los presuntos profesionales de la televisión, que se prestan gustosos a presentar un programa así, ¿que voy a decir?, pues que tienen que comer todos los días, ¿no?, ¡que les aproveche!, gracias. Me cago en el inventor de los aparatitos que miden la audiencia, aunque ese señor tampoco tiene la culpa, pero alguien se la tenía que cargar.

Cuando una comadre cualquiera (Y no tan comadre), enciende su tele y sintoniza un programa de corte y confección de cotillas amarillas, está dando la razón a quienes apuestan por la Mierda….. Y es, en ese preciso momento, cuando un señor bajito con cara de sionista, se frota las manos y se parte el culo de la risa, mientras descorcha una botella de “Don Perignón” para brindar por la bendita Maruja. Y es que, últimamente, la inmundicia mediática es un valor que sube como la espuma, mirad sus resultados en bolsa.

Somos hombres huecos, hombres rellenos, lo malo es de cosas que se nos rellena. Nos venden la moto aunque sea una vespino con sidecar y adornos de skay. Y todos tan contentos, nosotros con la vespino hecha de miserias y llena de la bazofia ajena (Que la nuestra ni mencionarla), y ellos con sus suculentas cuentas bancarias en las Islas Caimán, por ejemplo.

Pero con estos divertimentos vamos pasando los días, los años, la vida, sin querer saber, tratando de olvidar las ruindades que todos arrastramos, los cadáveres que cada cual llevamos colgados de nuestro cuello, la basura que se amontona en nuestra azotea (Luego dicen del síndrome de Diógenes). Y somos felices, o hacemos como que lo somos, sin querer oír al Pepito Grillo que vive en nuestro interior, ¡que te den Pepito!, decimos, y al final el grillito de la conciencia termina por emigrar hacia otros seres más humanos: los animales, por ejemplo.

Como decía la cautivadora “Zsa Zsa Gabor”, quien rompía el tópico de rubia, guapa y tonta: “Cuanto más conozco a los hombres, más me gustan los animales”

J.S.P - 2008

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