miércoles, 25 de febrero de 2009

Alfa y Omega



‘Alfa y Omega’

Alfa:

Los principios son siempre para recordar. Entre ellos, nuestra llegada a la vida, el comienzo de la azarosa andadura por esta mota de polvo estelar, que es nuestro añoso y gastado mundo. Pero, en este particular acontecimiento, no somos nosotros quienes recordamos, somos un recuerdo en las mentes de otros seres: nuestra familia. Y ellos pasarán a formar parte de nuestros propios recuerdos según avancemos en nuestra madurez y nuestro crecimiento como personas.

Nuestros derroteros serán más o menos dichosos, más o menos afortunados, más o menos productivos, conformistas, resignados, rebeldes, pioneros, miméticos o revolucionarios. Pero serán, indiscutiblemente, nuestros derroteros. Únicos, irrepetibles, singulares y modelados por las circunstancias que nos hayan tocado en suertes disfrutar o sufrir. Son nuestro pasado, un lastre más o menos grato que hemos de llevar durante el resto de nuestras vidas. Y eso irá dando forma, de manera ineludible, a lo que se nos avecinará en los años futuros. Somos lo que recordamos, entre otras muchas cosas, pero los recuerdos conforman nuestro particular presente. Solemos llamarlo experiencia, y alardeamos de ella ante cualquier acontecimiento que asemeje, en modo mínimo, las vivencias de nuestro pasado. Sin saber, que nuestras experiencias no son extensibles a nadie más, aparte de nosotros mismos. Son realidades unipersonales, que pudieran ayudarnos a entender otras realidades postreras, pero, en ningún caso, se pueden trasladar a otras personas u otras vidas distintas de la nuestra. "Cada uno hace el camino con su zurrón, su bastón y su manta"

Aún así, no debemos ser tiranizados por nuestro pasado, no debemos dejar que confunda nuestra mente y esclavice nuestro futuro. Poderoso señor es el recuerdo, que condiciona nuestras decisiones si dejarnos ver más allá de su propia inexistencia. De todos modos, es necesario tenerlo presente, recordar nuestros orígenes, nuestra andadura hasta los tiempos presentes, y que dicha andadura de forma a una mente abierta a todo un abanico de nuevas posibilidades. Él nos dirá de donde venimos, él nos refrescará la mente sobre los proyectos que fuimos dejando en el camino, él puede traernos nuevamente la esperanza. De este modo, podemos sacar un fabuloso partido a nuestro pasado, a nuestros recuerdos, a nuestras ilusiones y deseos en el camino del autodescubrimiento, en la senda que ha de llevarnos hasta nosotros mismos.

Omega:

'Solo por lo que amamos, podremos llegar a saber quienes somos'. Una maravillosa estrofa de un extraordinario poema. No tengo palabras para comentar dicha frase y todo lo que encierra. Se escapa a mi humilde condición de mortal, me sobrepasa, me minimiza. Y de igual modo lo hace su autor, ese polifacético, polémico y genial maestro de las letras: ‘Antonio Gala’.

Claro que para saber lo que amamos, a quien amamos y por qué amamos, debemos reconocer a las personas o las cosas que provocaron en nuestro interior dichos sentimientos. Y es, ciertamente, imposible saber por qué se ama, o que se ama, o a quién se ama, si somos incapaces de recordar. A este punto quería llegar. Esta es la reflexión final de todo el entramado de este artículo: la ausencia de recuerdos, el vacío interior, la castración de nuestra memoria: 'EL ALZHEIMER'.

Creo que todos habéis oído hablar de esta inhumana enfermedad. Todos sabemos que su evolución lleva al enfermo a la pérdida absoluta de sus recuerdos, hasta el límite de perder toda noción mental sobre su entorno, su vida, sus seres queridos y sobre sí mismo. El proceso degenerativo puede ser más o menos progresivo o absolutamente celérico y brutal. Los investigadores afirman que los pacientes no son conscientes de su evolución regresiva, que no sienten como se van apagando, como se van quedando vacíos hasta desaparecer dentro de una mente incapaz de pensar. Dicen que no sufren; yo no lo creo.

Vivo la enfermedad muy de cerca, y voy observando como esa persona se apaga. La veo cada día más ausente, más lejana, más inaccesible a la razón. Se está convirtiendo en una marioneta carente de voluntad, perdida toda capacidad de tomar una decisión por nimia que sea. Se va disolviendo su persona, su personalidad, quedando solo unas muecas mentales, sombras mímicas de lo que otrora fuese. Pero sus poses, adquiridas por la costumbre, han dejado de tener coherencia con unos pensamientos absolutamente vacuos. Su vida se asemeja, cada vez más, a la de un vegetal, o la de un animalillo perdido en un bosque oscuro y amenazador, que trata de hacerle daño. El miedo, la ausencia de razón, la falta de pensamientos que rebatan sus temores, su inseguridad. Si sufren, claro que si, ¡demasiado!

Imaginaros perdidos en un mundo extraño, del cual no reconocéis nada de nada, ni sus paisajes, sus habitantes, sus alimañas o los peligros ocultos que os acechan en cualquier rincón. Nada de lo que sabéis de vuestro mundo sirve en ese planeta alienígena, nada responde a las reglas de la física o la química terrestre, todo es una aberrante locura. Aún así, vosotros tendréis la capacidad de aprender, de adaptaros a esa nueva realidad y sobrevivir en ese mundo raro.

Ellos, los enfermos de Alzheimer, no. Su mundo se ha desvanecido de su memoria, su realidad se ha vuelto hostil, desconocida, fantasmal. Y no disponen de una mente que les ayude a adaptarse, que les guíe por el sendero de la racionalización de su nueva vida. Ellos no tienen vida, no tienen recuerdos, no tienen mente. Solo el temor, y un abismo creciendo en su interior, donde, irremediablemente, acabarán sucumbiendo. Alfa y Omega: El principio del fin.

Transcribo, a continuación, un incisivo mail que me enviaron:

-Se está invirtiendo cien veces más en el desarrollo de novedosas técnicas de cirugía estética o en nuevos principios químicos, tipo Viagra, de lo que se invierte en investigación sobre el Alzheimer. Dentro de algunos años, habrán millones de ancianas con los pechos turgentes y millones de ancianos con el madroño enhiesto, pero ninguno de ellos recordará para que sirven -

Si, si,… pero yo no me río. Desgraciadamente, los humanos somos así.

J.S.P - 2009

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