"Silencio Total" |
Advierte la máxima ancestral: “Somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos”. Además, en el principio fue el verbo; seguido de una misa de difuntos. Nada se puede comparar al control de la pausa sin hojarasca. La palabra es confidente, reveladora del chispazo ecléctico, camaleónico, de aquella mente enroscada sobre sí misma; pulsión inquilina e intención solapada, entreverada en el susurro, carente del silencio que claramente la delatara.
Coexistimos en el triángulo obsolescente de nosotros mismos. No somos aquello que pensamos, ni lo que representamos, ni siquiera lo que creemos. Eso menos que cualquier otra cosa. Somos una fosa llena de palabras sin sentido que tratan de confundir al contrario, al adversario, en este campo de batalla donde claramente todos habremos de perder. El exterior degrada y agrada al interior; así consolamos al niño que un día descubrió que no puede escapar de su piel. La palabra, al igual que la túnica, es engañosa, manipuladora, sentenciosa, alevosa, noctámbula, y premeditadamente tramposa. “Somos una sombra parlante en el espeso lago de la simulación”. Aquello que nunca miramos, ni contamos, ni a nosotros mismos. Apartamos el silencio que nos humilla, la frustración de ser lo que callamos; además del verbo oculto y la ictericia que nos provoca su viscosa presencia. Es la maquinaria de un reloj liberado de nuestra voluntad, (des)encadenado al deseo, mancebo del bazar de los paréntesis...